El espacio siempre ha sido un lugar de fascinación e imaginación de los humanos. La literatura de ciencia ficción ha producido relatos sorprendentes de lo que nos depara el espacio, esto es, los lugares más allá de nuestro planeta Tierra.
A esta fascinación se han sumado recientemente los vuelos espaciales privados, donde personas comunes pueden viajar al espacio exterior, sitios hasta hace poco solo restringidos para astronautas, científicos y cuerpos especializados. Con tarifas de alrededor de $450 mil dólares y una larga espera, puedes ser de los primeros comunes en visitar el espacio.
Así ha nacido una industria denominada new space, que está desarrollando nueva tecnología aeroespacial por empresas privadas. Este segmento busca explotar los vuelos espaciales privados, pero también probar tecnologías para competir por los jugosos contratos gubernamentales. Dentro de esta nueva industria destacan SpaceX, de Elon Musk; Blue Origin, de Jeff Bezos y Virgin Galactic, de Richard Branson.
Todo ello presiona aún más la urgente necesidad de crear un nuevo orden para el manejo del espacio exterior. Porque a la nueva industria privada aeroespacial, hay que sumarle los rezagos en las reglas en materia del uso del espacio para temas militares, de comunicaciones y científicos, entre otros. El actual orden es incompleto e insuficiente frente a los retos actuales y futuros, lo cual puede sumarse las tensiones entre las grandes potencias, para la seguridad mundial y potenciales accidentes de dimensiones desconocidas.
Por ello, un grupo de países han solicitado a la Organización de Naciones Unidas que se forme un grupo de alto nivel para proponer un nuevo acuerdo espacial, compuesto por “nuevas normas de comportamiento internacional en el espacio, con el objetivo de prevenir el tipo de malentendidos que podrían conducir a la guerra” (https://bit.ly/3oDlZOw).
“A medida que las naciones con potencial espacial avanzan en sus capacidades satelitales militares, incluida la posibilidad de interrumpir o dañar otros satélites, tal comportamiento provocativo podría intensificar las situaciones diplomáticas ya tensas y crear más desechos espaciales en órbita terrestre baja, una región crucial que ya está repleta de naves espaciales abandonadas”.
El esfuerzo anterior en este sentido data de 40 años, cuando se pactó el Tratado del Espacio Ultraterrestre en 1997.
La nueva propuesta persigue crear un consenso sobre nuevas reglas y normas e identificar áreas de riesgo que ameritan ser profundizadas para disminuir las tensiones entre otros por el aumento de los desechos espaciales.
Aunque hay consenso en atender esta urgente necesidad, hay posiciones encontradas. Por ejemplo, Rusia y China se oponen en principio a este esfuerzo y buscan que se reoriente a impedir “una carrera armamentista en el espacio ultraterrestre”. Las organizaciones y grupos civiles promueven el control de armas porque “el uso de armas en el espacio ultraterrestre podría tener impactos significativos en los civiles de la Tierra”.
También preocupa el caso de las tecnologías de “doble uso”, que pueden proponerse para usos civiles, pero también pueden ser usadas en actividades militares. Un ejemplo, el sector militar usa 80% de las capacidades de los satélites de comunicaciones comerciales, por ello pueden convertirse en una blanco militar con consecuencias inimaginables para los civiles, como la pérdida de información para dirigir el tráfico aéreo comercial.
La necesidad de un nuevo orden espacial es un tema relevante. Veremos si en este asunto es posible llegar a acuerdos suficientes y duraderos, por el bien y la tranquilidad de todos los terrícolas.