Internet y la tecnología han traído consigo los mayores cambios en la historia de la humanidad. Aunque es un fenómeno reciente que data de menos de tres décadas, han cambiado y transformado todas las actividades humanas: la economía, la sociedad, la política y la cultura. Han creado nuevas y prometedoras oportunidades como el libre acceso a la información y el conocimiento, a mayores oportunidades de desarrollo, a los mercados de todo el mundo, impulsado la inteligencia colectiva, la innovación y la cooperación.
Sin embargo, también han traído consecuencias que preocupan de manera creciente. La tecnología creo una nueva economía, un feroz capitalismo tecnológico, basado en el intercambio digital, en modelos de negocios disruptivos y muy agresivos que han producido importantes utilidades que han convertido a un puñado de grandes empresas tecnológicas en líderes mundiales casi monopólicos.
Los modelos desarrollados, basados en la publicidad, en el uso indiscriminado de los datos de los usuarios y de algoritmos sesgados, le han dado un gran poder económico, político y social a nivel global de las grandes tecnológicas. A ello hay que sumar los riesgos creados por la propia expansión de mercado digital en materia de ciberseguridad, así como la creación y difusión de contenidos orientados a la manipulación y la polarización por sus sesgos emocionales.
Todo esto ha generado un debate mundial que pone en el centro la idea de buscar un mayor equilibrio entre el poder de los gigantes digitales y los derechos y beneficios de los usuarios y la sociedad, así como de la necesidad de dotar de capacidad a los gobiernos para evitar daños, desigualdades, y sesgos.
“(Los) datos y algoritmos conforman un binomio de control que la técnica impone sobre la humanidad”, asegura José María Lassalle en su libro Ciberleviatán. “Apenas veintiún años después del nacimiento de Google, arrecian los debates e inquietudes sobre el peligro del nuevo autoritarismo de las Bigtech, que, fuera del control democrático, pone en riesgo los principios de igualdad, libertad y fraternidad defendidos desde la Revolución Francesa” (https://bit.ly/374P6lC).
Han sido muchos los intentos de regular y autorregular, pero ninguno ha logrado cambiar la dinámica. De ahí que ahora se empiece a discutir la necesidad de crear un nuevo ordenamiento, de la mayor jerarquía posible, para contrarrestar y defender los derechos de los usuarios en Internet. Estamos hablando de crear una Constitución digital que enfrente los retos de un nuevo y dinámico mundo digital con un nuevo e innovador marco legal que sea amplio, flexible y suficiente. Fácil, ¿verdad?
Las constituciones, tal como las conocemos, tienen varias descripciones y uso, desde “un sistema de gobierno, define los poderes y funciones de (las) instituciones, provee límites sustantivos a su operación, y regula las relaciones entre las instituciones y los ciudadanos. Son conjuntos de reglas y principios que crean, empoderan y limitan las instituciones del gobierno”. También proporciona “un conjunto de principios y reglas básicas que permiten una mínima coordinación entre los miembros de una sociedad” (https://bit.ly/2TBH6oY).
La Unión Europea ha encabezado el movimiento mundial que busca limitar el excesivo poder de las grandes empresas tecnológicas. Actualmente el Parlamento Europeo trabaja en una propuesta de Ley de Servicios Digitales, acaba de presentar la Declaración de Lisboa sobre Derechos Digitales y está en consulta la Declaración de Principios Digitales.
Por su parte, el gobierno español presentó recientemente la Carta de Derechos Digitales (https://bit.ly/3l3puxQ), que tiene por objetivo temas como “proteger, defender y ampliar” los derechos de la gente en el entorno digital. Considera temas como: derechos digitales, identidad digital, acceso a Internet, privacidad digital, ciberseguridad, derechos frente a la inteligencia artificial, neutralidad de la red, derechos laborales, participación ciudadana, entre otros.
Estamos llegando a un momento decisivo para encontrar un nuevo modelo de equilibrio entre los big tech y sus beneficios, que permita seguir disfrutando de lo logrado y evitar los daños por los abusos, las desigualdades creadas, la manipulación y la polarización. Si no hacemos algo, podemos perder una gran oportunidad en la historia de la humanidad. Sería interesante abrir el debate de crear una constitución digital en nuestro país, ¿no creen?