Decir que se ha cumplido el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador resulta un tanto engañoso. Realmente su mandato inició al día siguiente de haber obtenido el triunfo en las elecciones de julio de 2018, en medio de un retiro de Peña Nieto y su gabinete de la escena pública. Fue en el marco de esos meses, previos a la toma de posesión del cargo, que AMLO realizó la consulta para tumbar la obra del nuevo aeropuerto de la CDMX.
Dueño de una personalidad magnética, incansable orador, hiperactivo, obcecado, implacable con aquellos a quienes considera sus “adversarios”, López Obrador ha restaurado, paso a paso, muchas de las formas y herramientas su estilo centralizado de gobierno.
El pasado domingo primero de diciembre, en medio de una magna concentración de sus simpatizantes en el Zócalo de la capital del país, presentó un balance de los resultados de su Administración en estos primeros doce meses.
Paralelamente, tenía lugar en la CDMX la mayor demostración masiva contra el presidente y sus políticas, algo que no debe desdeñarse ya que miles de personas con identidades e ideologías disímbolas, salieron a expresarse contra la 4T.
¿Qué parece lo más rescatable de este primer año de gobierno?
El combate a la corrupción, que sigue siendo el eje articulador de la narrativa del presidente, la idea-fuerza que mueve su gobierno. De acuerdo con López Obrador, las acciones emprendidas han permitido reducir el robo de combustible en 94%, y obtener ahorros en la adquisición de bienes y servicios por 200 mil millones de pesos. Las políticas anticorrupción sumadas a la austeridad republicana, dice AMLO, han permitido financiar los presupuestos sin aumentar impuestos ni contratar más deuda.
Destacan, también, como elementos positivos, el compromiso con finanzas públicas sanas, la estabilidad macroeconómica, el incremento al salario mínimo. El peso sigue fuerte. Se presume mayor recaudación fiscal, aunque hay evidencia de que el ISR y el IVA han disminuido debido al impasse económico por el que atraviesa el país.
Un presidente que ha llamado a voltear la vista al México más olvidado, reportó que ya está llegando a la mitad de los hogares del país cuando menos un programa para el bienestar, destacadamente, becas educativas, pensiones para adultos mayores y personas con discapacidad, apoyos para pequeños agricultores. El gran pendiente de estos programas, dotados de más de 400 mil millones de pesos, es su falta de transparencia.
Los puntos negativos del primer año: una economía con crecimiento cero con un gobierno que manda señales contradictorias a los inversionistas privados. Sin crecimiento y generación de empleos formales no habrá una reducción consistente de la pobreza y la desigualdad.
El impulso a megaproyectos cuya viabilidad y utilidad pública no resultan claras.
La entrega de la educación pública a las mafias sindicales en detrimento del derecho de niños y jóvenes a una instrucción de calidad que les permita insertarse a la sociedad del conocimiento; el poco apoyo al sector salud que ha provocado problemas a muchos mexicanos.
Una violencia creciente, epidémica, con una estrategia de seguridad que esta en proceso de consolidarse. De acuerdo con la última encuesta de Reforma, 44% de los mexicanos opina que las cosas se le están saliendo del control al presidente, y 62% que las acciones contra el crimen organizado están fracasando.
Una desarticulación de los contrapesos y las regulaciones al ejercicio del poder.
Un México aislado de los grandes foros internacionales, una política exterior sometida a los Estados Unidos. Se han desplegado 26 mil elementos de la Guardia Civil para detener y deportar migrantes en lugar de combatir la delincuencia.
Preocupa la idea de AMLO de que los cambios que está implementando la 4T serán irreversibles. Es autoritaria, violenta el principio de cualquier sistema democrático que establece el derecho de los ciudadanos a dotarse del régimen político que mejor les convenga. Nada se puede escribir en piedra.
Preocupa también un presidente refractario a las críticas que a diario polariza y confronta a los mexicanos, mientras el odio y la violencia verbal nutren las redes y lastiman la cohesión social.
Queremos un presidente que sume y no divida. Un presidente para todos.