El gran poder que significan las tecnologías de la información (TIC) y el conocimiento, así como las tecnologías exponenciales (blockchain, internet de las cosas, realidad aumentada, inteligencia artificial, conexiones 5G, entre otras), que prometen una nueva revolución competitiva en el mundo, ha traído al centro de las preocupaciones un viejo concepto de derecho internacional: la soberanía de las naciones, esto es, su capacidad de ser independientes, pero ahora aplicado a los nuevas tecnologías, principalmente el tráfico de Internet.
Los gobiernos de todos los polos ideológicos siempre han tenido una preocupación creciente por controlar los contenidos que se comparten en la red de redes. Esta preocupación los ha llevado a realizar diferentes intentos de carácter legal, prohibido, filtrando o castigando contenidos que los burócratas consideran inadecuados y que atentan contra los intereses de un país o lo que ello quiera decir.
En las democracias occidentales, la mayoría de los intentos de regular Internet han fracasado o han sido minimizados de manera importante, no así en países con fuerte tradición autoritaria, como son los casos de Rusia, China, Corea del Norte o algunos países árabes.
Ahora está tomando auge un nuevo concepto difícil de definir: la soberanía cibernética. Pero, ¿qué quiere decir este nuevo y extraño concepto del pasado en un nuevo mundo basado en el conocimiento y la innovación?
Las raíces de la soberanía cibernética se remontan a la definición propia de los expertos en derecho internacional del siglo XVII, que consideraban a este concepto como la capacidad de un Estado de tener control de sus territorios y asuntos internos, lo cual impedía que otros estados pudieran interferir.
Todo un concepto de un modelo tradicional de una configuración de estados aislados y lejanos unos de otros.
Sin embargo, con la llegada de la globalización e Internet, el concepto de soberanía tradicional es trastocado, porque se inicia la era del comercio internacional, de la producción interconectada a nivel mundial y del intercambio comercial y de conocimientos mediante el uso del Internet.
Así, inicia un nuevo debate que llega a la Organización de las Naciones Unidas. En 2015, en su Asamblea General, se discutió la determinación de que los estados o países deban de respetar los derechos y obligaciones del uso de las TIC, incluido el ciberespacio. Así, la ONU lo resolvió bajo el entendido que los países necesitan infraestructuras de conexiones y servidores en su territorio, por lo que pueden controlar su ciberespacio. ¿Fácil, no?
Todo ello era aparentemente razonable hasta las revelaciones de Edward Snowden sobre el programa de vigilancia masiva en Internet de parte de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos
Así las grandes potencias, como China y Rusia, han tomado decisiones que conducen a que el tráfico de sus ciudadanos no salga de la infraestructura controlada por el propio país, y ha limitado de manera creciente el intercambio de información con redes controladas por otras potencias económicas o políticas.
Todo ello ha venido a darle un nuevo giro al tema de la soberanía cibernética para actualmente hablarse de soberanía tecnológica. De ahí, entre otros factores, viene la reciente ruptura de tratados entre Estados Unidos y China, o el comienzo, como algunos la han empezado a denominar, de la Guerra Fría Tecnológica o Guerra 2.0.
Los países que en este momento están instrumentando medidas para encapsular en su país los contenidos de sus ciudadanos no se reducen solo a países calificados como autoritarios, también se han sumado a estas medidas países como Francia, India, Italia y Alemania, entre otros.
Es urgente iniciar un debate internacional con expertos en diversas especialidades para crear nuevas reglas de un mundo interconectado y dominado por la tecnología. De no llegar a nuevas reglas a la brevedad, las guerras comerciales y tecnológicas podrían crear bloques que solo limitarían las potencialidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías para igualar oportunidades, resolver viejos problemas y crear más desarrollo para todos. Es urgente un acuerdo internacional.