Los partidos políticos están en el nivel más bajo de popularidad en México. De acuerdo con distintas encuestas entre 80 y 90% de los mexicanos considera que los partidos políticos no sirven para nada.
Es una fama bien ganada después de todo lo que hemos visto: son organizaciones que raramente representan el interés público, porque priorizan sus propias agendas; no contribuyen a crear mejores gobiernos, ya que postulan a cargos de elección popular a personajes incapaces de gestionar las políticas y las instituciones públicas, o que incurren en actos de corrupción.
Los partidos se han convertido en un pozo sin fondo que reclama cada vez más presupuesto público. En plena “austeridad republicana” los siete partidos con registro recibirán del Instituto Nacional Electoral (INE) un financiamiento por 4,965 millones de pesos en 2019, un año sin elecciones federales.
En contraste, el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco dará el financiamiento más bajo en su historia a los partidos que mantienen su registro en el estado: menos de 100 millones de pesos. Esto gracias a la reforma Sin Voto no hay Dinero, impulsada por un político joven, entusiasta e innovador, Pedro Kumamoto, la cual genera un ahorro de más de 50% “para alcanzar una democracia austera y efectiva”. Con ello, los contribuyentes del estado de Jalisco se ahorraron casi dos mil millones de pesos en el presupuesto anual.
Se trata de un cambio de fondo en el financiamiento público que reduce el costo de la partidocracia. Al respecto habría que estar al pendiente de la iniciativa que la bancada de Morena presentó en septiembre del año pasado para reformar el Artículo 41 Constitucional y reducir en 50% el financiamiento a los partidos políticos, una de las promesas de campaña de AMLO.
En la pasada elección perdieron su registro dos partidos que no aportaban absolutamente nada al enriquecimiento del espectro político y al debate democrático: Encuentro Social (conformado por religiosos ultraderechistas) y Nueva Alianza, una derivación del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Lo del Panal es sólo un ejemplo, pero lo mismo ha sucedido con el Partido Verde (un negocio familiar de la familia González Torres), el Partido del Trabajo (una creatura de los hermanos Salinas de Gortari), todas son franquicias que se venden al mejor postor, que navegan sin principios ni valores en el mar de la partidocracia.
El INE ha recibido más de 100 solicitudes para crear nuevos partidos. Hay tres que podrían tener amplias posibilidades de registro: “Cambiemos” de Gabriel Quadri, “Redes Sociales Progresistas” de Elba Esther Gordillo y su nieto René Fujiwara y “México Libre” del expresidente Felipe Calderón y Margarita Zavala.
¿Tiene sentido gastar más en la política, los políticos o los partidos cuando hay tanta pobreza y brechas de desigualdad, cuando faltan hospitales, medicinas, escuelas, pavimentación, policías, carreteras y más inversión en ciencia, tecnología e innovación?
¿Realmente necesitamos más partidos cuando estamos en medio de una grave crisis de representación y de una gran volatilidad de los electores?
Mi respuesta es no, no necesitamos más partidos. Necesitamos que los partidos actuales se inserten en un proyecto de reconstrucción política y moral, que aprendan a leer los mensajes escritos en los muros, como decía Zygmunt Bauman, es decir, que estén atentos a las voces de la gente y se conviertan en vectores de los más caros anhelos de los ciudadanos.
Nunca podremos prescindir de los partidos políticos, son instituciones inherentes de todo sistema democrático. Pero necesitamos mejores partidos.
Necesitamos, también, más ciudadanos, una masa crítica de mexicanos movilizados desde la base del tejido social para impulsar las agendas que más nos importan: la recuperación de la paz y la seguridad, la lucha contra la corrupción, la construcción de contrapesos a un gobierno que exhibe, de manera cada vez más abierta, su corte autoritario y centralizador.
Ya tenemos un piso de más de 42 mil organizaciones de la sociedad civil inscritas en el Registro Federal del Instituto Nacional de Desarrollo Social, una sociedad civil de la que este gobierno desconfía, pero que está ahí, en el espacio público, todos los días trabajando para construir un México mejor.
Los ciudadanos tenemos que activarnos y decidir, porque los políticos ya están decidiendo por nosotros el futuro del país y no nos va a gustar lo que nos darán. Manos a la obra.