En 2018 los mexicanos hablaron claro y fuerte: ya no queremos más corrupción, violencia, inseguridad, impunidad y desigualdad.
Había mucha irritación social, un profundo distanciamiento hacia los partidos políticos tradicionales, repudio hacia un Presidente frívolo y lejano a la gente.
Los mexicanos votaron por la opción que ofrecía un cambio de régimen, un cambio de rumbo. Antes del primero de julio percibíamos la presencia de un amplio voto antisistémico a través de las encuestas, pero nunca pudimos imaginar de qué tamaño era el tsunami que venía.
Lo sucedido en las pasadas elecciones constituye un verdadero hito histórico en el sistema político mexicano: se rediseñó todo el sistema de partidos, abruptamente se corrió el péndulo hacia la izquierda, emergió un Presidente poderoso, legítimo y dotado de un bono político sin precedentes.
La victoria de AMLO y de Morena tuvo lugar dentro de los cauces de la ley, por la vía pacífica y a través de las instituciones democráticas. A pesar de la profundidad del cambio, no hubo un solo hecho que empañara los comicios. Un ejército de ciudadanos salió a instalar las casillas y a contar los votos. El Instituto Nacional Electoral llevó a cabo la organización de manera impecable.
El nuevo gobierno, sin embargo, no parece abierto a construir más ciudadanía y apertura, sino a trabajar clientelas electorales a través de programas asistencialistas sin reglas de operación y todavía sin controles de transparencia y rendición de cuentas.
Una encuesta reciente de Consulta Mitofsky, revela un cambio importante en la cultura social de la población: en diciembre de 2017, 50% de los mexicanos consideraba que cuando les va bien se debe a sí mismos. Ese porcentaje se incrementó a 64% en diciembre de 2018, lo que significa que hay más mexicanos que atribuyen sus logros, no al gobierno, sino a su propio esfuerzo, a su tesón, a su empuje para superar las adversidades y salir adelante.
La encuesta nos dice que los mexicanos están cada vez más conscientes de que ellos son los verdaderos protagonistas de su propia historia. Hay cada vez menos personas que están dispuestas a tender la mano para recibir un subsidio gubernamental, y hay más que quieren educarse, mejorar su capital humano y trabajar para elevar su calidad de vida.
Y esto choca con la idea de control de quienes se creen portadores de la “voluntad del pueblo” para cuestionar las instituciones y limitar los contrapesos al ejercicio del poder.
Los mexicanos quieren ser ciudadanos plenos e intervenir en lo público, pero ¿qué significa esto? Retomo las definiciones del filántropo colombiano Bernardo Toro: “Un ciudadano es una persona capaz, en cooperación con otros, de crear o transformar el orden social que ella misma quiere vivir, cumplir y proteger para la dignidad de todos”.
“Ser ciudadano implica entender que el orden de la sociedad –las leyes, las costumbres, las instituciones, las tradiciones– no es natural; el orden social es un invento, una creación hecha por los hombres y las mujeres de la misma sociedad. Y entender que si ese orden no produce dignidad se puede transformar o crear uno nuevo, en cooperación con otros”.
Y ¿qué es lo público?: “el lugar donde todo sucede, donde se prueba el amor, la identidad se afirma; la justicia es destino, la verdad horizonte; hay compromiso con la libertad. Allí nace la tolerancia, luce la solidaridad, florece el diálogo, crece la fortaleza, acontece la responsabilidad”.
Los mexicanos queremos un México que recupere su grandeza a partir de las coincidencias, de la unidad, del debate de las ideas y de la pluralidad.
El nuevo gobierno debe entender que no hay cheques en blanco y que, si decide desconectarse de la expectativa social que lo llevó al poder, pagará su costo.
2019 debe de ser el año de los ciudadanos. La lógica de los políticos es pelear por el poder, fracturar, dividir para ganar. Los partidos todavía están muy lejos de entender a los ciudadanos.
La tarea empezó el 1 de julio de 2018, pero falta mucho por hacer, no para construir un régimen presidencialista o un sistema de partido único, sino para forjar un país de derechos, libertades y obligaciones, donde tenemos un enorme déficit. Que no se apaguen nuestros anhelos y nuestras voces: México le pertenece sólo a los mexicanos y los mexicanos queremos urgentemente un país mejor.
Feliz año 2019.