En 1939 Manuel Gómez Morín, uno de los políticos e intelectuales más importantes de su época, Rector de la UNAM, integrante del Grupo de los Siete Sabios, primer Presidente del Banco de México, fundó el Partido Acción Nacional para oponerse a la oleada estatista e izquierdista del cardenismo, en una coyuntura muy compleja y de muchos riesgos.
A lo largo de estos 79 años de trayectoria en la vida pública, Acción Nacional ha sido un referente en el sistema de partidos en México. Ocupó la Presidencia de la República entre 2000 y 2012, ha gobernado decenas de estados y cientos de municipios. Hoy, ese partido está en crisis.
En la elección presidencial del año 2000 ganó con el 42% de los votos, su punto más alto y, de ahí hacia delante, el peso específico de este partido en el sufragio de los mexicanos ha venido en declive: en la presidencial de 2006, obtuvo 36%; en la de 2012, 25%; en 2018, 22%. Ha perdido 20 puntos porcentuales en 18 años, equivalentes a unos 18 millones de votos, de personas que dejaron de creer en este partido.
El PAN llegó profundamente dividido a la elección de este año a partir del conflicto de Ricardo Anaya con los calderonistas, quienes lanzaron la candidatura de Margarita Zavala como independiente.
El daño ya estaba hecho: Anaya quedó muy desgastado después de las críticas demoledoras de los disidentes panistas y de la campaña negra del gobierno de Peña Nieto para involucrarlo en una serie de supuestos delitos. Anaya obtuvo un lejano segundo lugar, a más de 30 puntos porcentuales de López Obrador, en los comicios presidenciales del pasado primero de julio.
La división continúa profundizándose a partir de la renovación de la dirigencia nacional del partido, donde triunfó Marko Cortés, identificado como anayista, con un aplastante 77% de los votos sobre Manuel Gómez Morín.
Inmediatamente el expresidente Felipe Calderón renunció al PAN, argumentando que “la camarilla que controla al partido ha abandonado los principios fundamentales, las ideas básicas y las propuestas del PAN”, además de lanzar durísimas contra Marko Cortés “cuya esencia es la traición, la corrupción y la hipocresía”. Calderón anunció, además, que trabajará para formar un nuevo partido político.
En un contexto donde existe una honda preocupación por la posible consolidación de un nuevo presidencialismo y un sistema de partido único y la ausencia de contrapesos, la fractura del PAN y su debilitamiento constituyen una pésima noticia para la democracia.
Acción Nacional ha sufrido el desgaste que significa gobernar y se ha distanciado de sus principios fundacionales: la construcción de un país de ciudadanos libres, la defensa de las instituciones y la democracia, la instalación de la ética, la transparencia y la rendición de cuentas en todos los ámbitos de la vida pública.
Qué lejos ha quedado la euforia frente a la victoria obtenida en los comicios presidenciales del año 2000, cuando Vicente Fox afirmaba: “No nos van a detener las inercias del pasado. Éste el resultado de la larga marcha del PAN a favor del bien común, de su tenaz labor en la defensa del voto y de su capacidad para vislumbrar un México más humano, libre y democrático”.
Acción Nacional está en un dilema: consumirse en sus pugnas internas y seguirse apartando de sus valores rectores o, bien, reconstruirse íntegramente para ser el partido vigente, plural y democrático que exigen los nuevos tiempos de México.
El PAN necesita: 1) recuperar su razón de ser como baluarte de las libertades y las instituciones; 2) formular un proyecto de futuro para forjar un país moderno, competitivo e incluyente; un proyecto que, sin perder su marca, sea capaz de responder a la dinámica de una sociedad cada vez más abierta y diversa; 3) regresar a la representación de las clases medias, su nicho social y electoral histórico; 4) asumir el liderazgo político y discursivo en el combate a la demagogia y el populismo que amenazan el esfuerzo de muchos años de los mexicanos y complicar su desarrollo; 5) regresarle a la política el sentido ético y la generosidad social a la política; 6) revisar y transparentar los mecanismos para la integración de sus dirigencias e 7) incorporar más jóvenes a sus liderazgos para impulsar la renovación generacional del partido.
Con los empresarios cada vez más alineados al nuevo gobierno, seguramente por el miedo a perder el vasto campo de negocios que representa la Administración Pública; con los medios, amenazados por el recorte a los gastos de publicidad y la censura; con el Poder Legislativo convertido en apéndice del Presidente, necesitamos un PAN que, con enorme autoridad política y moral, sea capaz de hablar fuerte y poner un dique a toda tentación por desinstitucionalizar al país y conducirlo por otra vía diferente a la democrática.