Los datos se está convirtiendo rápidamente en una de las ventajas competitivas de mayor valor en la economía basada en el conocimiento. Y no tanto los datos en sí mismo, si no más bien su explotación e interpretación para convertirlos en información útil o conocimiento vía el hallazgo de tendencias que permitan reducir costos, mejorar la velocidad de la toma de decisiones o generar nuevos productos y servicios.
Los datos están creciendo de manera exponencial, al igual que las oportunidades de su explotación. En 2013 habían 4.4 zetabytes de datos digitales en todo el mundo, para el 2020 se estiman 44 zetabytes, o lo que es lo mismo, 44 trillones de gigabytes. Se espera que de 2013 a 2020 el universo digital crecerá en un factor de 10, por lo que se duplicará su tamaño cada dos años.
Lo que llama la atención es la conclusión de muchos de los expertos en big data: menos del 0.5% de todos los datos del mundo están siendo analizados.
Así nace el proyecto del Reloj Mundial de la Pobreza (https://worldpoverty.io), liderado por Wolfgang Fengler, economista del Banco Mundial, que asegura que la revolución de los datos puede acabar con la pobreza y ayudar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
El reloj lo desarrolló el World Data Lab (WDL), una compañía australiana. Su modelo se basa en las encuestas de hogares a nivel nacional, disponibles públicamente y utilizadas por organismos como el Banco Mundial y proyecciones de crecimiento económico del Fondo Monetario Internacional. Así, se predicen por medio de algoritmos los ingresos en el presente y en el futuro.
Fengler afirma que “hay alrededor de 7,600 millones de personas en el mundo, un número importante, pero lo más interesante es que vivimos un momento de rápida desaceleración de la población. En términos absolutos, la población crece, pero la tasa en comparación con los periodos pasados es relativamente lenta”.
Fengler explica que hay 600 millones de personas que viven en la pobreza extrema (definida por el Banco Mundial como quien vive con menos de $1.90 dólares por persona al día), y 200 millones viven en abundancia (definida como no tener que preocuparse por el dinero y no tener apuros financieras).
Según Fengler, a partir de los algoritmos que interpretan las encuestas y las proyecciones de crecimiento económico, por cada segundo que pasa, una persona en algún lugar del mundo deja de ser pobre. Cinco personas por segundo pasan a la clase media. Cada dos segundos, una persona ingresa a un estilo de vida abundante.
El principal hallazgo de Fengler es que a la tasa actual de escape de la pobreza es de 1.1 personas por segundo, que no es suficiente para acabar con la pobreza en 2030, año que propuso para acabar con este fenómeno. Para ello deberíamos tener una tasa de 1.6 personas por segundo saliendo de la pobreza.
La siguiente etapa del proyecto del Reloj Mundial de la Pobreza es trabajar los datos por regiones en los países con pobreza. Los análisis de los datos a mayor detalle pueden encontrar nuevos patrones de comportamientos o causas específicas de la pobreza por región.
Hay quienes critican el proyecto porque dicen que ofrece un falso sentido de precisión, pues los resultados pueden variar al cambiar una gran cantidad de variables, como una epidemia, los precios del petróleo o una contingencia climática, entre otros casos. Pero los promotores del proyecto aseguran que no se busca la exactitud de los datos, sino entender que la explotación de los datos mejora la información disponible y puede dar avances importantes en la lucha contra la pobreza. El vicepresidente para África de Banco Mundial, Bitange Ndemo, afirma que “necesitamos tener una cultura de usar datos para desarrollar políticas basadas en la evidencia”.
No cabe duda que el debate provocado por el Reloj Mundial de la Pobreza es muy interesante y revelador. Esperemos que el mismo inspire a nuestros gobernantes, especialistas e investigadores de nuestro país, porque estamos estancados en el combate a la pobreza.