La expansión del mundo digital está cambiando todo y todos los días, principalmente en materia de mercado. Está alterando incluso los marcos legales tradicionales. Todo ello provocado por la globalización por un lado, y el crecimiento exponencial del mundo digital por el otro.
Una expresión de ello es la aprobación de hace algunos días por parte de la Comisión Europea de la Identidad Digital Única (IDU) para los países que integran la Unión Europea. Esta medida es parte de la iniciativa de los países de este importante bloque comercial denominada Mercado Único Digital, que busca convertirlos en líderes mundiales en comercio digital.
Hace algunos meses habíamos comentado del caso de Estonia, con su iniciativa Residencia Digital para los Negocios, para permitirle a cualquier empresario del mundo registrarse ante el gobierno mediante el proceso de firma digital verificada, la apertura y operación de cuentas bancarias, la gestión de permisos y la operación de sus empresas, sin necesidad de encontrarse físicamente presente en el país. La meta de esta iniciativa para 2025 es ambiciosa: contar con 10 millones de residentes electrónicos en el país.
Con la IDU, identificada oficialmente como eIDAS por la Comisión Europea, se persigue mejorar la confianza en los trámites electrónicos y bajar los costos de las transacciones. Implica, por ejemplo, que cualquier europeo pueda abrir una cuenta de banco o inscribirse en una universidad, sin necesidad de una identificación física o estar presente.
Además, la Unión Europea espera un importante impacto económico con la puesta en marcha de la IDU: un ahorro en el costo de las transacciones de por lo menos 12,600 millones de dólares y el desarrollo de un mercado de servicios digitales de alrededor de 2,500 millones dólares para el año de 2022.
Esta medida va a revolucionar las relaciones comerciales y de gobierno al permitir hacer trámites electrónicos de una gran cantidad de transacciones como gestiones de permisos y autorizaciones gubernamentales, trámites bancarios, atención médica por los sistemas públicos y privados, entre otros.
Para implementar el IDU, los países de la Unión Europea tienen que adaptar sus legislaciones nacionales en materia de identidades digitales a la nueva normativa. Actualmente España, Alemania, Italia y Luxemburgo cumplen con ella, a quienes pronto se sumarán otros países como Estonia, Croacia y Portugal.
Cabe señalar, que además de los ajustes legales, tendrán que hacerse importantes cambios en materia de software y hardware para que los sistemas de todos los países europeos puedan comunicarse sin dificultad alguna.
Llama poderosamente la atención este tipo de medidas no hayan sido consideradas de manera central en el nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá. Algo que no se entiende por los evidentes cambios que el mundo digital está provocando y por el inmenso potencial del bloque económico de américa del norte. Este es un tema que tendrá que abordarse de alguna manera y en poco tiempo, si no queremos perder competitividad frente a otros bloques comerciales y países.
Por otra parte, es urgente que el nuevo gobierno federal impulse una agenda digital nacional. Más allá de ofrecer la imperiosa necesidad de conexión a todos los mexicanos, mejorar la infraestructura en telecomunicaciones e impulsar la educación digital, necesitamos determinar la ruta crítica como país para aprovechar la oportunidades del mundo digital y potenciar con ello nuestras fortalezas.
Esperemos que pronto se abra esta agenda, y tengamos la capacidad de aprender de las experiencias de otros para proponer caminos innovadores para ser parte del futuro de un mundo futuro definitivamente digital.