Los expertos internacionales lo han dicho con toda claridad y existe una enorme cantidad de evidencia científica al respecto: la educación es la variable que más repercute en la desigualdad del ingreso y la pobreza. Una buena educación garantiza movilidad social al abrir mejores opciones en el mercado laboral y, no sólo eso.
La educación es inclusión, es ciudadanía, es acceso a opciones de prosperidad, y de ahí la importancia de hacer efectivo el derecho de todos los niños y jóvenes a las aulas, pero no sólo eso. La educación, cuando imparte contenidos adecuados a una sociedad cada vez más dominada por la innovación y el conocimiento, crea capital humano de calidad que se traduce en desarrollo económico, competitividad y cohesión social.
Los países más avanzados del mundo se caracterizan, además de la fortaleza de sus instituciones, una sólida cultura de la legalidad y poderes públicos sujetos a contrapesos democráticos, por contar con sistemas educativos modernos, volcados a la investigación y al uso de las nuevas tecnologías, fuertemente vinculados al sector productivo y abiertos a una constante actualización de contenidos y prácticas pedagógicas. Permítanme dar un salto para reflexionar sobre la situación de la educación en mi natal Sonora.
A Sonora no le va mal en el Índice de Competitividad Estatal 2016 que elabora el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), donde ocupa el sexto lugar a nivel nacional. Sonora se encuentra en los 10 primeros lugares en lo que respecta a los subíndices de Sociedad Incluyente, Preparada y Sana; Mercado de Factores Eficiente; Economía Estable; Sectores Precursores de Clase Mundial; Aprovechamiento de las Relaciones Internacionales e Innovación y Sofisticación de los Sectores Económicos.
Lo anterior significa que los habitantes de Sonora tienen un nivel de vida digno, que sus trabajadores están más capacitados, son más productivos y perciben salarios por arriba de la media nacional. Significa, también, que el estado cuenta con una economía estable; que sus sectores financiero, de telecomunicaciones y de transporte son robustos e incentivan las inversiones; que ha logrado capitalizar su relación con inversionistas y mercados externos para elevar su competitividad, y que cuenta con sectores de alto valor agregado, intensivos en conocimiento y tecnología de punta, y con instituciones perfiladas a la investigación y la innovación.
En todos estos buenos resultados, la educación y el capital humano de calidad, tienen una responsabilidad central. A partir de esto, ¿qué tenemos qué hacer para que Sonora siga avanzando y ocupando un sitio de liderazgo a nivel nacional? En primer lugar, seguir fortaleciendo el sector educativo. Tiene que ser una inversión estratégica continua y consitente para seguir creciendo y generando empleos formales.
En segundo lugar, crear las condiciones para que más jóvenes sonorenses puedan acceder a estudios superiores y posgrados. Sonora tiene prácticamente cobertura universal en educación primaria y secundaria. Sin embargo, sólo el 35.3% de los jóvenes de 18 a 23 años cursa una licenciatura o un posgrado. En Corea del Sur, uno de los países más exitosos del mundo, la cobertura en educación superior es del 100%.
En tercer lugar, es cierto que contamos con una vasta industria educativa, conformada por instituciones públicas y privadas. Sin embargo, el reto para Sonora es preparar a sus estudiantes para seguir cubriendo las necesidades de los sectores de punta que se están estableciendo en su territorio, como el aeroespacial.
De acuerdo con Manpower, México se encuentra entre los nueve países con mayor dificultad para cubrir vacantes: 34% de los jóvenes que buscan empleo no cuentan con las habilidades que demandan las empresas. Se ha anunciado la apertura para este año de una planta en Hermosillo de la aeroespacial alemana Aerotech Peissenberg, que demandará 400 ingenieros especializados. Si no los consiguen en Sonora los traerán de fuera, incluso del extranjero. Que no nos suceda esto.
Este 2018, el Instituto Tecnológico de Hermosillo, con enorme visión, iniciará la carrera de Ingeniería Aeronáutica, pero tenemos que ir más allá y considerar las recomendaciones del IMCO: incluir enseñanza de matemáticas, ciencias, ingeniería e inglés en escuelas tecnológicas públicas; generar talento enfocado a industrias intensivas en conocimiento a través de becas, intercambios y estancias en universidades y centros de investigación aplicada en ingenierías; crear nuevos temarios de estudios prácticos a partir del diálogo entre empleadores y formadores de talento. Ahí están nuestros desafíos.