La malicia de la posverdad
El término “posverdad” se atribuye al bloguero británico David Roberts, quien lo usó por vez primera en 2010. El 15 de noviembre de 2016, siete días después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el Diccionario de Oxford postuló el término “posverdad” como palabra del año.
Según la publicación, la posverdad se presenta cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”; ante esto, “la verdad se ha vuelto insignificante o irrelevante”.
De acuerdo con The Economist, “la política posverdad es posible gracias a dos fenómenos que constituyen una auténtica amenaza para la esfera pública: por una parte, la pérdida de confianza en las instituciones que soportan la verdad social y, por otra parte, los profundos cambios en la forma en que el conocimiento sobre el mundo llega al público”. Mientras van a la baja las instituciones que hacían posible una verdad compartida en una sociedad (la escuela, los científicos y expertos, el sistema legal y los medios de comunicación tradicionales), asistimos al ascenso de las redes sociales.
Nos informamos cada vez más a través de plataformas digitales, Twitter y Facebook, que nos someten a la “tiranía del algoritmo” para recomendarnos contenidos cada vez más personalizados de acuerdo con nuestro perfil y preferencias, sin tomar en cuenta la veracidad de la información ni fomentar la diversidad y el equilibrio noticioso. Quedamos, así, atrapados en una burbuja donde los contenidos serán cada vez más próximos a nuestra ideología e intereses, y donde sólo nos relacionaremos con usuarios afines. No habrá nada ni nadie que contradiga nuestra visión del mundo. Puede ser el fin de la pluralidad, de la victoria del “hombre unidimensional” del que hablaba Marcuse en los años 60, del sujeto con “encefalograma plano” incapacitado para asumir la más mínima crítica social o reflexión racional sobre el mundo.
Otra consecuencia de la migración hacia lo digital es la banalización de los contenidos, en una extraña mezcla donde se combinan informaciones fiables y relevantes junto a rumores y basura mediática.
El sociólogo mexicano Roger Bartra considera a la posverdad como una verdadera patología, y señala que es el propio “cuerpo social” el que debe crear sus defensas para inmunizarse contra esta epidemia viral infecciosa que contamina tanto la cultura como la política.
¿Cómo combatir la mentira que se difunde masivamente por las redes sociales?
En primer lugar, hay que exigirles mayor responsabilidad a las superpotencias de la información y las comunicaciones, Google, Twitter y Facebook que son, como afirman algunos, “el asfalto de nuestra plaza pública global”. Dice Mark Zuckerberg, el fundador y dueño de esta última, que no podemos exigir a Facebook que sea un “árbitro de la verdad”, pero lo que sí podemos hacer es demandarle que se convierta en un socio activo en la lucha contra la mentira descarada. Las noticias falsas en las redes sociales tienen tantas probabilidades de hacerse virales como las verídicas, de ahí que tenemos que exigirles a estas mega corporaciones imponer un mayor control sobre lo que difunden sin que ello, por supuesto, coarte la libertad de expresión que es principio básico de las redes sociales. Por otro lado, tenemos que atender lo dice Roger Barta, en el sentido de que el virus de la posverdad tiene su mayor caldo de cultivo, en el caso mexicano, en una sociedad que no lee, irreflexiva, inculta, enojada con las instituciones, impulsada por los resortes de la emoción y no de la razón.
Qué bueno sería tener en México medios como “Chequeado”, un sitio web argentino que se dedica a checar la veracidad de los discursos de los políticos y la información que difunden los medios de comunicación, contrastándolos con fuentes primarias y con la opinión de especialistas. Se trata de una interesante iniciativa que busca defender el derecho de los ciudadanos a información fidedigna y clara. Analizan, contrastan y abren los datos y los presentan en formatos más atractivos y fáciles de entender. En México hay ya algunas organizaciones de la sociedad civil trabajando en esta dirección: México Evalúa, Fundar, Gesoc, entre otras, pero necesitamos una mayor masa crítica para contrarrestar la mentira viral y sus efectos perniciosos en la calidad del debate público.
Las redes sociales han sido espacio de libertad, intercambio, información y reflexión. No debemos permitir que se corrompan y transformen en instrumento de ambiciones políticas, manipulación y engaño. Hoy, más que nunca, necesitamos verificar la información que recibimos, promover el debate razonado, impulsar la investigación e imponer la superioridad del saber académico sobre los prejuicios, las ocurrencias de políticos, las simulaciones del gobierno y la partidocracia. Combatir la posverdad es vital para promover una mejor democracia y también una ciudadanía más participativa en los asuntos de la esfera pública.