¿Nuevo PRI?
Enrique Ochoa Reza toma el timón del PRI en medio de aguas turbulentas: su partido viene de perder siete gubernaturas en las pasadas elecciones estatales; varios de sus gobernadores están señalados por casos escandalosos de corrupción; si hoy fueran las elecciones para elegir Presidente de la República el PAN o Morena ganarían la contienda; el PRI es el partido más rechazado por los ciudadanos (el 40% nunca votaría por él, por el PAN 11%, por Morena 12%).
El Presidente Peña Nieto, por otro lado, no le ayuda a su partido: sólo 29% de los mexicanos aprueba su gestión; 84% considera que los problemas lo están rebasando; sólo 6 de cada 10 priístas –y éste es un dato crítico- califican positivamente el desempeño “del primer priísta del país” (en febrero de 2013, eran 9 de cada 10).
Ochoa Reza recibe un partido en problemas, carente de mecanismos democráticos en su vida interna, con un discurso y una oferta política desgastados que no corresponden a las nuevas condiciones de la competencia política; un partido congelado en los años setenta. Un partido cada vez más dependiente de su “voto duro”, es decir de sus estructuras clientelares, pero incapaz de convencer a los ciudadanos acerca de la razón de su plataforma y su doctrina.
Pero, ¿quién es Enrique Ochoa Reza? Es un personaje con una discreta carrera en su partido; nunca ha ocupado un cargo de elección popular (condición que han tenido todos sus antecesores); tiene una sólida formación académica, licenciado en Economía por el ITAM y en Derecho por la UNAM, Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Columbia. Su mayor mérito: ser un “hombre del Presidente”. Ochoa formó parte del equipo de transición de Peña Nieto, y llevó las riendas de la Comisión Federal de Electricidad los dos últimos años, los de mayor impacto de la reforma energética.
A sus 43 años, es uno de los presidentes más jóvenes que ha tenido el PRI. En su discurso de toma de posesión, lanzó una serie de mensajes importantes: “está a prueba nuestra capacidad de concebir y proponer soluciones democráticas para dignificar la política y para conectar de nuevo con los ciudadanos”; “buscaremos construir juntos un país honesto, transparente y justo”; “El PRI tiene que ser garante de la honestidad de sus gobiernos. Tenemos que ser un partido que señale la corrupción de los gobiernos emanados de nuestras filas, que exija su fiscalización, incluso su destitución”. Un partido más cercano a los ciudadanos, terminar con la opacidad en sus filas, vaya retos que se impuso el que, ya de entrada, se convierte en un prospecto más a la candidatura presidencial del PRI en 2018.
La manera como llega a la dirigencia nacional revela el enorme déficit democrático del PRI. Llegó nombrado “desde arriba”, es una imposición directa del Presidente Peña Nieto. Su candidatura nunca se discutió ni consensuó con las bases partidistas lo que, indudablemente, tendrá un costo político en términos de un mayor distanciamiento y desánimo de la militancia. Tuve la oportunidad, precisamente, de escuchar a algunos amigos priístas ofendidos por lo que consideraban “una traición a los ideales de Luis Donaldo Colosio”, indignados por la falta de autonomía y la manipulación del partido como un “apéndice de Los Pinos”, por el arribo de un “tecnócrata” al que no sienten como suyo. Ochoa Reza llega arropado por los gobernadores, por líderes sindicales y campesinos, por integrantes del gabinete, por los actores políticos de siempre. No vemos a los priístas de a pie.
Ochoa Reza no dejó resquicio alguno sobre dónde están sus lealtades, al afirmar que “con énfasis y profundo convencimiento, el mayor activo del Partido Revolucionario Institucional es Enrique Peña Nieto” cuando lo que el PRI necesita es, señaladamente, evitar que la profunda impopularidad del Presidente lo arrastre hacia nuevas derrotas electorales.
El desafío de Ochoa Reza es muy complicado. Si sus propósitos son sinceros, necesitará mucho más que del apoyo del Presidente Peña Nieto para promover la reingeniería democrática del PRI. Necesitará meter en cintura a los gobernadores, obligarlos a conducirse con eficacia y transparencia; necesitará rehacer la agenda y el ánimo colectivo en un partido marcado por la falta de rumbo y el pesimismo; necesitará cambiar lenguajes y prácticas políticas para atraer a un electorado cada vez más sofisticado y volátil; necesitará promover un cambio generacional en la dirigencia, romper inercias.
Pero los plazos son muy cortos. Su primera prueba política será ganar elección para gobernador del Estado de México.
Ahí veremos de qué está hecho Ochoa Reza y si es capaz de promover el nuevo PRI que el país necesita y que sus militantes anhelan.