La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), aplicada por el INEGI, constituye una herramienta imprescindible para el análisis de la distribución de la riqueza y la evolución de los niveles de pobreza en México.
Para el caso de Sonora, la lectura de resultados nos brinda indicios certeros de qué hemos hecho bien y cuáles son nuestros pendientes en materia de política económica y social. Los datos son un referente para definir las prioridades de política pública para elevar la calidad de vida de nuestra población, que es el objetivo final de un gobierno responsable e incluyente.
La buena noticia es que entre 2010 y 2012 el ingreso medio corriente total per cápita por decil de ingreso, indicador que utiliza el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) para definir “bienestar económico”, creció 24%, al pasar de 3,646 a 4,515 pesos. Una cifra relevante.
Por otra parte, de acuerdo a los datos de medición de la pobreza multidimensional 2012 del propio Consejo, 54,000 sonorenses dejaron de ser vulnerables por ingresos en los últimos dos años, lo que habla de los resultados de una estrategia económica incluyente. En el saldo global, 84,000 sonorenses dejaron las filas de la pobreza entre 2010 y 2012.
Aunque en todos los deciles se observó un crecimiento del ingreso, hay que señalar que el menor incremento fue en los primeros tres deciles, es decir, entre los sonorenses más pobres y más vulnerables. Este dato nos da una clave de política pública: es en estos sectores donde más necesitamos reforzar las acciones de gobierno; ahí se encuentra la pobreza extrema que no disminuyó.
Por otra parte, se incrementó la desigualdad entre los más ricos y los más pobres en Sonora. Esto habla del desafío de cerrar esta brecha de inequidad que resulta inaceptable para una sociedad como la sonorense, cuyos principios están sustentados en la igualdad social, la cultura del esfuerzo y la dignidad del ser humano.
De este contexto se desprenden dos tareas importantes:
En primer lugar, los programas sociales compensatorios enfocados a los más pobres son vitales. En el análisis fino de la ENIGH, encontramos que una proporción muy significativa del ingreso de los sonorenses que menos tienen proviene de programas de transferencias de ingresos con cargo a recursos fiscales.
Coincido con la visión que ha planteado el Secretario de Hacienda federal, Luis Videgaray, en el sentido de que estos apoyos deben constituirse en herramientas de carácter temporal. Y es aquí donde adquiere toda su pertinencia la propuesta de avanzar por el camino de la “democratización de la productividad”. Ello implica a los sonorenses brindar a los más pobres políticas de empleo y emprendimiento productivo para la generación de ingresos, capacitación laboral, acceso a las nuevas tecnologías, educación para la formación de capital humano de calidad, que es la base de la competitividad en el mercado de trabajo.
En segundo lugar, hay un tema que está hoy en el centro del debate: sin crecimiento económico no habrá superación de la pobreza.
De ahí la necesidad de seguir impulsando el desarrollo económico del estado, atraer más capital privado nacional y extranjero. Necesitamos promover a Sonora como destino de inversión, romper los cuellos de botella en materia de infraestructura, aprovechar el enorme potencial turístico de la entidad y nuestras ventajas como estado líder en calidad educativa y como uno de los cincos estados con mayor penetración informática, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad.
Las estadísticas son una fotografía de la situación de una sociedad. Pero las realidades sociales no son algo fatal, son dinámicas; las construimos, forjamos y encauzamos los actores políticos, a partir de decisiones de política pública.
Por ello, puedo afirmar que los sonorenses tenemos todo para mirar hacia delante y superar nuestros retos con base en nuestra cultura emprendedora y un buen gobierno; un gobierno democrático, abierto, incluyente, comprometido con el bienestar social y el destino de nuestra gente.