El pasado 9 de julio, con 318 votos a favor, cero abstenciones y 107 votos en contra, la Cámara de Diputados aprobó el dictamen de las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones.
Se trató de una ruta accidentada y poco transparente, donde Televisa negoció directamente con Los Pinos, presionó y buscó dividir al PAN y al PRD, y aplicó guerra sucia y sacó de la jugada, a través del espionaje telefónico a la diputada perredista Purificación Carpinteyro, una de las opositoras más activas a la reforma. Telmex no se quedó atrás y buscó encontrar aliados del lado del PRD para echar atrás las leyes secundarias, además de alinear a su causa a legisladores y medios de comunicación.
En medio de este proceso, se violó el reglamento del Senado para agilizar la discusión y aprobación del dictamen sin discusión en lo particular. A espaldas de los mexicanos, más atentos al Mundial de Futbol Brasil 2014 que a los asuntos públicos, el debate se dio sin discusión, no se hicieron oír las voces de los ciudadanos, tampoco se les abrió al análisis de los expertos, académicos e investigadores.
El apoyo del gobierno federal a Televisa fue claro. Ganó Azcárraga, perdió Slim. Las medidas contra el gigante de la telefonía fueron contundentes y acertadas, entre ellas, la desaparición de la larga distancia a partir del 1º de enero de 2015, que representará un ahorro de $19,000 millones para los consumidores. Por otra parte, habrá conexión gratuita a Internet en 250,000 parques y sitios públicos en todo el país, con lo cual se golpea uno de los nichos de mayor rentabilidad económica de Telmex, el servicio de conexión a banda ancha, muy caro en México por cierto (un mbps cuesta aquí el doble que en Chile, tres veces más que en Estados Unidos y seis veces más que en Corea).
No hay duda de los beneficios que trae consigo la reforma, como la posibilidad de cambiar de compañía celular de manera gratuita en menos de 24 horas y sin condiciones, el pago de compensaciones a los clientes por falta de calidad en los servicios, que el saldo de las tarjetas de prepago (que utilizan 87 de cada 100 usuarios de celular en México) ya no se pierda a los dos meses y dure por lo menos un año, o el derecho de ver los canales de TV abierta para los suscriptores de TV de paga, lo cierto es que se trata de correcciones mínimas, de elemental equilibrio, frente a los abusos que prevalecieron durante muchos años, pero que no apuntan a un cambio estructural en el sector, a una mejoría tangible de precio, calidad y valor como se prometió originalmente.
Una de las mayores limitantes del nuevo marco regulatorio es haber declarado la preponderancia de una empresa por sector (radiodifusión y telecomunicaciones) y no por servicios (radio, televisión abierta, televisión restringida, telefonía fija y móvil e Internet).
Bajo este esquema el mayor afectado es Telmex, pues se obliga a América Móvil, que domina 70% de la telefonía móvil y fija, a compartir su infraestructura con sus competidores con una tarifa de interconexión cero (la interconexión era el principal instrumento para frenar la competencia). Por su parte, y aquí está el trato disparejo, Televisa es declarada preponderante en televisión abierta, pero no en televisión restringida, donde tiene una participación bastante mayor a la mitad del mercado.
Telmex ya empezó a moverse y anunció la venta de parte de sus activos y anunció su interés en incursionar en la televisión restringida, un mercado muy dinámico cuyo valor fue de $51,000 millones en 2013. La TV restringida le permitiría poder ofrecer el “triple” y “cuádruple” play, servicios estratégicos para su visión de negocios, aprovechando el tamaño de su red que no tiene rival en el país.
Un ejercicio aparte merecen las medidas de control también consideradas en las leyes aprobadas, mismas que violan las garantías y libertades mínimas de los mexicanos.
El mercado de las telecomunicaciones tuvo un valor de $436,000 millones en 2013, y muchos intereses económicos y políticos detrás. Pero lo que quedó claro en esta reforma es que ni el gobierno y ni la partidocracia representada en el Congreso tuvieron la capacidad y la voluntad para acotar el poder del otro gran monopolio, Televisa, hoy aliado de Peña Nieto. No se logró darle un nuevo perfil a este sector, de acuerdo con las expectativas de los ciudadanos y los requerimientos de una economía más competitiva y abierta.
El ahorro en larga distancia y el must carry must offer no son suficientes para el futuro competitivo que merece el país. La reforma no llegó.