Gilberto Francisco Ramos Juárez, un niño guatemalteco de tan sólo 11 años, fue hallado muerto en el desierto de Texas, a menos de kilómetro y medio de la casa más cercana. Al parecer se perdió en su camino y murió debido a deshidratación por temperaturas extremas. Un número telefónico grabado dentro de la hebilla de su cinturón, el de su hermano que radica en Chicago, fue la clave para identificarlo.
Esta muerte lamentable es la expresión más extrema de los enormes riesgos que enfrentan los niños que migran sin acompañamiento de adultos hacia los Estados Unidos.
De octubre del año pasado al 30 de junio de 2014, la cifra de niños migrantes no acompañados que han sido detenidos en la frontera por el departamento de migración de Estados Unidos, pasó de 27,884 a 57,525. Ante este escenario el presidente Barack Obama anunció que el problema se había convertido ya en una crisis humanitaria.
Cuatro naciones concentran el mayor número de niños migrantes no acompañados. Los procedentes de Honduras sumaron 16,546, de Guatemala 14,046, de El Salvador 13,301. México aportó 12,614 infantes no acompañados.
Los miles de niños que han cruzado la frontera entre México y Estados Unidos huyen de la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia en sus países de origen. CNN cita el caso del niño Sirgy Guerra de 14 años originario de La Ceiba, Honduras, que salió huyendo de la amenaza del reclutamiento forzado de las pandillas que le exigían fuera a “cobrar la cuota” a las tiendas de su barrio o de lo contrario sería asesinado.
A esto se suma la versión que han diseminado las bandas dedicadas al tráfico de personas de que existe una amnistía para los menores con padres trabajando en Estados Unidos, por lo que si son detenidos serán liberados por las autoridades y se les permitirá continuar su viaje, lo cual es totalmente falso. Estos niños son recluidos en centros de detención en condiciones muchas veces infrahumanas de hacinamiento y falta de higiene.
La totalidad de estos niños atraviesan por la porosa frontera de México con Guatemala y Belice con una longitud de 1,149 kilómetros y con 30 “puntos ciegos”, es decir zonas de cruce sin control migratorio alguno.
Los padres de estos niños pagan entre 3 mil y 9 mil dólares por su traslado hasta la frontera con los Estados Unidos. Los niños de las familias más pobres son conducidos a través de selvas, ríos, el ferrocarril “La Bestia” y finalmente las zonas desérticas del otro lado de la frontera que les pueden costar incluso la vida, como a Gilberto Francisco Ramos Juárez.
La derecha norteamericana ha reaccionado exigiendo se niegue albergue a estos pequeños y se proceda a su inmediata deportación, sin considerar que estos niños son sujetos de derechos. Obama enfrenta un entorno adverso: de acuerdo con encuestas, 58% de los estadunidenses desaprueban la manera en que maneja la emergencia. La presión de los conservadores ha surtido efecto, porque en lugar de instrumentar una política generosa de asilo, Obama ha anunciado a los presidentes de Guatemala, Honduras y El Salvador, que “los niños migrantes no acompañados que no califiquen para el asilo u otro tipo de alivio migratorio serán repatriados a sus países de origen”. Lo positivo es que los cuatro presidentes coincidieron en señalar la necesidad de llegar a “las raíces del problema”, es decir la pobreza y la violencia en Centroamérica.
El gobierno de México, por su parte, anunció medidas para sellar la frontera sur lo que ha generado preocupación entre las organizaciones defensoras de los derechos humanos, porque consideran que esa medida no logrará contener el tránsito de miles de adultos y niños que cruzan por la frontera sur y sólo lo hará más difícil, porque ahora los coyotes van a conducirlos por lugares más apartados donde corren mayor riesgo.
Urge sumar esfuerzos de gobiernos, académicos e investigadores, sociedad civil y ciudadanos para dar una respuesta humanitaria, legal y moral a un tema tan delicado como es la migración de niños no acompañados. ¿Alguien se ha puesto a pensar en el desamparo y temor que viven estos pequeños?
De no actuar con firmeza y sensibilidad, lo que nos espera es una gran derrota a la esperanza y al futuro, porque estos niños representan para sus países de origen el activo más valioso para construir un mañana mejor.
¿Y qué pasa con este problema en Hermosillo? Las principales calles lo atestiguan, igual que la indiferencia de autoridades y sociedad.