La terrible realidad. A veces pareciera que avanza este país y otras veces que retrocede a paso veloz. Y te topas con esos dos países todo el tiempo: en la calle, en la oficina pública, en las empresas, nos tienen rodeados. Y a veces arrinconados. Nos movemos y también retrocedemos.
México enfrenta un déficit de cultura cívica. Tenemos ciudadanos a medias que están muy distanciados de los asuntos públicos, reclaman estridentemente sus derechos, pero no entienden ni participan ni les preocupan sus obligaciones, desconfían profundamente de la democracia y sus instituciones representativas.
Consulta Mitofsky, por ejemplo, encontró que el “no voto”por un partido político (que es la base de la “abstención”electoral) registrado a través de diversas encuestas, mostró en diciembre pasado su porcentaje más alto en los últimos 13 años: 42%.
Hay un desinterés de los mexicanos con respecto a la dinámica política, que se confirma al revisar la encuesta de Cultura Cívica del Gabinete de Comunicación Estratégica de febrero de este año. 32% de los mexicanos mayores de 18 años no sabe cuántos poderes tiene la Unión; 67% no sabe o no contestócon respecto a la pregunta sobre cuánto dura en su cargo un diputado federal; sólo 10% sabe cuántos diputados tiene el Congreso de la Unión.
La democracia tiene poco significado para la población. 55% considera que México no es una democracia; 52% estáen descuerdo o no sabe si el país estáavanzando por la vía democrática y, algo muy preocupante, 34%, la tercera parte de los ciudadanos, opina que México funcionaría mejor con un gobierno autoritario.
Otro ingrediente que se suma a esta crisis de nuestra cultura cívica se relaciona con la confianza hacia las instituciones. La Marina y el Ejército son las instituciones que generan la mayor certeza en los mexicanos; en promedio 4 de cada 10 confía mucho en las fuerzas armadas; en el polo contrario, sólo 3.4% confía mucho en los diputados y sólo 2.6% en los partidos políticos.
Estos últimos cargan con gran parte de la responsabilidad de esta crisis de legitimidad de la democracia, porque tienen un comportamiento poco transparente, se mueven con base en intereses particulares, están cerrados a la interacción y el diálogo con los ciudadanos; conforman la llamada“partidocracia”, un círculo de poder corrupto y refractario a la rendición de cuentas que en lugar de construir cultura cívica se nutre de la demagogia, la simulación y las conformación de redes clientelares.
Por último, tenemos el tema de la confianza interpersonal, que es la base del capital social, es decir de esa reserva de energía que permite promover acciones colectivas para luchar por agendas de interés público (la seguridad pública, el combate a la pobreza, la preservación del medio ambiente, la defensa de los derechos humanos, la contraloría social del gobierno, etc.). 66% de los mexicanos piensa que no se puede confiar en las demás personas.
Como podremos observar, estamos ante un escenario muy complicado donde las tareas de construcción de ciudadanía resultan enormes y de largo plazo.
Ya no podemos aceptar una “democracia sin actores democráticos”. La democracia debe ser una forma de vida, regla de comportamiento, entre la población, los partidos políticos, los gobiernos en todos los niveles.
Nos toca, a la sociedad civil, promover esa nueva cultura cívica democrática para que ésta permee todos los espacios: la familia, que es una gran formadora de valores; la escuela, la dinámica comunitaria y los medios de comunicación.
En el vacío creado por la desconfianza de la gente hacia las instituciones y la apatía política seguirán reinando gobiernos, partidos y líderes ajenos al interés colectivo. Diagnósticos tenemos ya muchos; es hora de actuar.