El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio Austrohúngaro, fue asesinado por un joven terrorista serbobosnio. Los acontecimientos posteriores desencadenaron la Primera Guerra Mundial, la primera gran tragedia del siglo pasado que costó 9 millones de vidas. El uso de gases tóxicos, batallas absurdas donde jóvenes soldados, 27 mil franceses en un solo día, murieron en medio de enormes sufrimientos preguntándose qué sentido tenía el sacrificio de sus vidas, marcaron el conflicto.
El 100 aniversario del inicio de los acontecimientos de esta conflagración ha servido como pretexto para reflexionar sobre las terribles consecuencias, como dice Jeffrey Sachs, uno de los economistas más influyentes del mundo, de la “estupidez y futilidad de la violencia colectiva organizada”.
Dice el ahora asesor de las Naciones Unidas para el cumplimiento de los Objetivos del Milenio que las principales diferencias entre hoy y 1914 son cuatro: 1) dos guerras desastrosas, una gran depresión y una guerra fría; 2) la próxima guerra mundial en esta era nuclear será, seguramente, el fin de la Humanidad; 3) hoy día, con la prosperidad generada por la globalización y el poder de las nuevas tecnologías, estamos ante una gran oportunidad para solucionar la pobreza, el hambre, las migraciones forzadas y la degradación ambiental, que provocan peligrosos conflictos, y 4) tenemos al derecho internacional, si es que decidimos usarlo.
A partir de ello, hace un llamado a recurrir a solucionar las controversias “con la diplomacia y no la guerra”, a dejar atrás la simulación de las grandes potencias y promover “el triunfo de la cooperación y la decencia” y, sobre todo, a exigir la paz y poner por delante iniciativas globales que atiendan a las mil millones de personas que sufren hambre y enfermedades como la tuberculosis, la malaria y el paludismo que siguen cobrando inaceptablemente miles de vidas cada año en las regiones más pobres de África.
Lo que está sucediendo en la franja de Gaza, con la confrontación entre Israel y la organización terrorista Hamás que gobierna este territorio de Palestina, se ha transformado en un terrible drama humanitario. Lo que en un inicio fueron ataques “focalizados” de Israel para destruir infraestructura militar estratégica de Hamás y eliminar a sus dirigentes, se han convertido en agresiones indiscriminadas contra la población civil. Han muerto 1,653 palestinos, entre ellos 240 niños, según denuncias de UNICEF, algo inconcebible porque los niños deben ser motivo de la mayor protección en caso de conflictos armados de acuerdo con los tratados internacionales.
El gobierno de Estados Unidos considera a los grupos extremistas árabes radicales, como Hamás, como un peligro potencial para su seguridad nacional por lo que detrás de la “indignación” ante las matanzas de civiles sigue armando hasta los dientes a Israel, su aliado natural. El conflicto puede escalar a nivel regional porque Hezbollah, el grupo terrorista libanés patrocinado por Irán, nación que ahora está en posibilidad de fabricar armas nucleares, ha llamado a los países musulmanes a respaldar “política, moralmente y con armamento” a Hamás ante las agresiones de Israel.
Ucrania es otro caso inquietante. Rusia promueve ahí una sangrienta guerra civil. Recientemente los rebeldes separatistas pro rusos derribaron un avión de Malaysia Airlines matando a las 298 personas a bordo, desatando la indignación internacional. En represalia, la Unión Europea con el respaldo de Estados Unidos, aprobó un paquete de sanciones severísimas contra Rusia que dificultarán su acceso a los mercados financieros y prohibirán la exportación de armas, una de las mayores fuentes de ingresos de Moscú.
Vladimir Putin ha demostrado, por su parte, que lo que está persiguiendo es recuperar el papel geoestratégico de Rusia. Recientemente acordó con Brasil, India, China y Sudáfrica –integrantes del grupo de los BRIC´s- la conformación de un nuevo banco de desarrollo, y visitó Cuba donde perdonó a ese país –cabeza del eje anti Estados Unidos en la región que integra a Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia- una deuda histórica de 35 mil millones de dólares.
Parece que el mundo se encamina a una nueva “guerra fría” y hacia un nuevo “choque de civilizaciones” como lo predijo Samuel Huntington, entre el Occidente democrático y el Oriente autoritario.
Las lecciones de la historia están ahí, son extremadamente dolorosas, espero hayamos aprendido algo de ellas y que la apuesta hoy sea por la paz, el diálogo, la civilidad y el desarrollo humano como apunta Sachs.