Hace algunas semanas hablé de la economía de la felicidad, ese nuevo enfoque sobre el bienestar humano que va más allá del ingreso per cápita e incorpora factores como la salud física y mental, la sustentabilidad ambiental, la vitalidad de las redes sociales, la calidad del gobierno y el ejercicio de una ciudadanía plena.
Recientemente Imagina México, A.C. ha presentado su “Ranking de Felicidad en México 2012: ¿En qué municipios viven con mayor calidad de vida los mexicanos?”, un estudio enfocado hacia municipios urbanos que pulsa la satisfacción con el ámbito familiar, la situación económica, la calidad del empleo, el dominio sobre el entorno, la amistad, el tiempo libre, la salud y la situación espiritual; los grados de cansancio, alegría, tristeza, angustia, irritación o enojo, amor o cariño, aburrimiento; el orgullo por los logros y las posibilidades de relajación y descanso, además de la aceptación con la calidad de los servicios públicos. Se trata de un conjunto muy complejo de indicadores.
El mismo ranking recalca la necesidad de ir más allá de los indicadores económicos y materiales para pulsar el estado de ánimo de los ciudadanos. ¿Y por qué es importante la sensación de felicidad? Por una cuestión muy simple: ciudadanos felices generan legitimidad, gobernabilidad, le otorgan un “bono de confianza” a sus autoridades que aumenta el margen de maniobra para tomar decisiones de política pública.
Gana así terreno la evaluación del quehacer gubernamental a partir de cómo se sienten los ciudadanos, el llamado “bienestar subjetivo”.
En la lista de los 100 municipios donde se vive más feliz en México, hay tres sonorenses, Cajeme (41), Hermosillo (60) y Nogales (93). Los cinco primeros del país son Apodaca, N.L.; Lerdo, Dgo.; Guadalupe N.L.; La Paz, Baja California Sur y la Delegación de Coyoacán en el D.F.
En la lista de los 100, se ubican municipios de Nuevo León, Tamaulipas y la Comarca Lagunera, zonas convertida en escenario de una de las cruentas guerras entre bandas del crimen organizado. La pregunta es: ¿cómo se puede vivir tan feliz en medio de tanto miedo e incertidumbre?
Hay una hipótesis de los responsables del estudio. En estos municipios la inseguridad está fortaleciendo la cohesión familiar, ya que los jóvenes en lugar de acudir a bares y antros, que se han vuelto blanco privilegiado de ataques de sicarios, se están volcando al seno de sus propios hogares para recrear nuevas formas de convivencia y recreación.
Agregaría que en estos territorios los ciudadanos se están organizando para defender sus espacios colectivos, la integridad de sus comunidades y generar nuevas formas de participación en la recuperación de la paz social, lo que les da un sentido de protagonismo en la solución de los temas que afectan su vida cotidiana. El “empoderamiento” hace felices a los ciudadanos.
La delegación Benito Juárez, en la capital del país, con el mayor Índice de Desarrollo Humano de México, que comprende, entre otros, el ingreso per cápita, no figura entre los 100 municipios más felices del país.
Los ciudadanos quieren, sí, buenos servicios públicos, un gobierno democrático y eficaz, un medio ambiente sano, salud, empleo. Sin embargo, hoy parece tener mucho más peso en la percepción del “bienestar subjetivo”, de la “felicidad”, el orgullo de los ciudadanos por su cultura e identidad, la certeza sobre la calidad de sus redes sociales y familiares, y sobre todo, su poder para constituirse en auténticos agentes de cambio.
Ése es el valor de estos estudios sobre la felicidad que debemos tomar, cada vez más en cuenta, en el diseño de las políticas públicas, porque ésta es la hora de pensar y hacer con los ciudadanos.