Ante la andanada de desaprobación hacia su gobierno, que alcanza niveles históricos, el Presidente Peña Nieto afirmó que “no trabaja por popularidad”, sino para alcanzar las metas que se ha fijado su administración. Dudo que las tendencias de los estudios de opinión le sean indiferentes. Las encuestas son un termómetro del estado de ánimo de los ciudadanos. Son, en todo país democrático, insumo fundamental para tomar decisiones de política pública, fortalecer lo que valora la sociedad, corregir aquello que no funciona.
La encuesta de marzo del periódico Reforma arroja datos que el Presidente está obligado a leer: 66% de los mexicanos desaprueba su conducción de la economía (el nivel más alto de todo el sexenio); 59% afirma que su salario no le alcanza; 93% de los líderes consultados por este medio y 65% de los ciudadanos, no ven acciones contundentes para parar la corrupción.
En un claro signo de desesperación, el Presidente ha tratado de vender los resultados de su paquete de reformas, algo que se ha convertido en una constante en sus discursos. En enero, al presentar una serie de acciones a favor de la economía familiar señaló que, gracias a las reformas, “no habrá más gasolinazos”, y que bajarán las tarifas de consumo de electricidad.
Algo poco creíble cuando los proyectos de inversión privada en el sector energético están todavía en el papel, lo que nos permite afirmar que estamos ante una estrategia de subsidios focalizados para mejorar el ingreso de las familias, con cargo al frágil erario público, para apaciguar la inconformidad social.
Las reformas estructurales, con excepción quizás del sector de las telecomunicaciones, donde ya se perciben algunos beneficios tangibles para los consumidores de telefonía celular, son todavía una promesa. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) afirma que “si el audaz y ambicioso paquete de cambios estructurales derivados del Pacto por México es aplicado de manera plena”, ello podría empujar el crecimiento del PIB per cápita anual en un punto porcentual durante los próximos 10 años. La OCDE declaró a México como “el mayor reformador” de los 34 países que conforman la organización. Ello no es menor.
Estamos frente a una paradoja: el Presidente más reformador de la historia de México, es también el más castigado y menos apoyado. Más allá del reto que significa el adecuado “aterrizaje” de estas reformas, que tendrán que enfrentarse a poderes fácticos y, sobre todo, a la impericia de este gobierno, es el tema de la corrupción, de la opacidad, del conflicto de intereses, el que más daño provoca a la legitimidad y popularidad de la actual administración federal: 71% de los líderes no cree que el Sistema Nacional Anticorrupción vaya a reducir la incidencia de este fenómeno.
Peña Nieto necesita entender la urgencia de hacer realidad la aplicación a todos del Estado de derecho, eliminar privilegios y cerrarle la llave al enorme caudal de negocios ilícitos que se hacen en este país a costa de los recursos públicos. Es un tema central de gobernabilidad.
Debe de entender que la cultura política de la sociedad ha cambiado y que la honestidad e integridad del gobierno son valores cada vez más apreciados por los ciudadanos a la hora de calificar el desempeño de sus autoridades.
El Presidente Peña Nieto no puede desdeñar el clamor social que proviene de las encuestas. Y éste apunta hacia la urgencia de un compromiso claro con la transparencia. El país cambio, el sistema político cambió, la sociedad cambió, el gobierno también tiene que cambiar.
Sólo un apunte final: los ciudadanos no podemos ser tan ingenuos al pensar que la difusión de los escándalos de corrupción de este gobierno son un ejercicio de investigación periodística. Aunque todos ellos son reprobables, esta claro que es la respuesta de los intereses afectados por las reformas. Fuera máscaras, el país esta frente a una gran batalla desde los privilegios. Y aquí es donde, sin reservas, debemos apoyar el presidente Peña Nieto en su lucha para acabar con los privilegios y los poderes fácticos. ¿A poco no?
Condolencias. Envío mis sentidas condolencias a la familia Mazón Lizarrága por la irreparable pérdida de Doña Bettina Lizárraga viuda de Mazón. Que descance en paz.