La pandemia de Covid-19 sigue ocupando el espacio público y geEl covid-19 se ha convertido en muy poco tiempo en una de las enfermedades más devastadoras en la historia de la humanidad, con un espeluznante saldo de millones de infecciones y cientos de miles de muertes, cifras que no paran de crecer. Estamos en “shock” total y metidos en una singular encrucijada: quedarnos en casa y cerrar las actividades para cuidar la salud, aunque se dañe la economía y el ingreso, o salir para cuidar la economía y el ingreso, aunque cueste salud y vidas.

Nadie logra entender el tamaño y la profundidad de los daños. Todos los días aprendemos nuevos datos aterradores sobre la enfermedad, como su extremo contagio o su aparente capacidad de causar accidentes cerebrovasculares masivos en algunas de sus víctimas. Crecen más rápido las preguntas que las respuestas.

Para muchos, tante la tremenda necesidad de encontrar respuestas sencillas que nos den esperanza, identifican una luz al final del túnel: la vacuna contra el coronavirus que nos otorgará inmunidad contra este terrible virus. Pero, ¿y si no se logra desarrollar una vacuna?.

Según los expertos, el tiempo récord para desarrollar una vacuna es de cuatro años. Por ello, hasta la respuesta más simple y esperanzadora puede ser preocupante. Y hasta una fantasía peligrosa, pues aunque hay numerosas iniciativas de desarrollo de la vacuna, el éxito no está asegurado.

Tenemos que aceptar incluso la posibilidad de que no se desarrolle una vacuna efectiva contra la covid-19. Basta recordar otros casos de enfermedades contagiosas mortales en las cuales se ha invertido mucho dinero y donde todavía no se ha desarrollado una vacuna: VIH-sida, ébola, SARS, gripe aviar, MERS. Y en caso de tener la vacuna contra este coronavirus, su producción y distribución tendría grandes problemas marcados por la desigualdad en su acceso; sin considerar los retos que implica la segura mutación del virus.

La preocupación es que se podrían crear falsas esperanzas y perder tiempo valioso para otras alternativas. Puede llevarnos a subestimar la situación y perder tiempo valioso en la contención del virus.

Por ello, es importante empezar a trabajar en un plan alterno a la fabricación de la vacuna, un plan B, que nos permita sortear los próximos años en las mejores condiciones posibles, sin descartar el plan A, que es la vacuna.

De acuerdo a los expertos, un plan B para atender la pandemia de la covid-19, debería de contener al menos tres elementos:

  • Decisiones personales para evitar el contagio. Asumir el cuidado sanitario y cierto grado de distanciamiento social como estándar, cambios en las normas sociales como la eliminación de estrechar la mano y la expectativa de un estado constante de precaución y vigilancia.
  • Medidas gubernamentales. Significan medidas para fortalecer los sistemas de salud y las políticas de prevención, la realización de pruebas para identificar riesgos y controlar brotes, así como medidas para asegurar un mayor distanciamiento social.
  • Tratamientos efectivos. Encontrar medicamentos antivirales útiles para el tratamiento de pacientes que padezcan la enfermedad.

Entramos en una etapa de la historia muy compleja. Ante la pandemia de la covid-19 no tenemos claridad de los alcances, consecuencias y soluciones que debemos de implementar. Si bien debemos apostar por el desarrollo de la vacuna que nos proteja del virus, es cierto que el éxito de esta tarea no está asegurado. Mientras tanto el tiempo avanza y las consecuencias a la salud y la economía crecen de manera acelerada.

Aunque no nos guste, la lógica y la razón nos obligan en pensar en un plan B, donde el estado actual se prolongue por años. Debemos reponernos del “shock” e imaginar una “nueva realidad” con restricciones y riesgos latentes.