Vivimos en nuevo mundo dominado por lo digital. Este año estamos llegando a 4,540 millones de internautas en el mundo, es decir, 59% de la población mundial. Y ese es solo el dato duro. Lo más determinante de la influencia del mundo digital sobre el físico es la interacción cada vez más grande entre quienes lo habitamos. La mitad de la población mundial usa cotidianamente las redes sociales, esto es, 3,800 millones de personas, 84% de las personas conectadas a Internet.

Por ello Internet influye y determina casi todo. Ahí, en los intercambios de información y en las conversaciones se decide el rumbo de la economía, la política y la sociedad. Y en donde más influencia está teniendo, es en las decisiones de los consumidores: 97% de ellos, en el mundo digital, han utilizado las redes sociales en el último mes, según Statista. Mucha influencia, mucho poder.

A partir de esta creciente influencia es que también ha captado la atención de quienes buscan sacar provecho al nuevo modelo emergente de interacción social basado en el mundo digital. Así nace la ciberdelincuencia, los fenómenos de acoso, la desinformación y noticias falsas, y también la ciencia falsa. Todo ello producido por un mercado sin control impulsado por el capitalismo salvaje: las utilidades lo justifican todo.

La ciencia falsa en el mundo digital surge de dos grandes factores: la mercantilización de la ciencia y del uso del Internet para influir en los consumidores.

Francesc Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), explica el caso de la ciencia falsa: “los individuos, de manera natural, se adhieren a las teorías o informaciones que les están bien o que quieren oír, y si encima se presentan como conocimientos científicos les dedicarán una mirada todavía menos crítica. Se tiende a creer lo que los medios dicen y más lo que afirman los que tienen cierto prestigio”.

Quienes están detrás de la ciencia falsa aprovechan el desconocimiento y el morbo de las personas y crean notas de temas relacionados con la salud o sensacionalistas con resultados asombrosos para manipular y engañar. Y es algo que se hace de manera relativamente fácil: se crea una investigación supuestamente científica, se le suman imágenes y/o datos que le den seriedad y que impidan ser entendidos por el público objetivo, se crean sitios en Internet pseudo científicos que avalan lo dicho con testimonios de cientificos falsos o verdaderos con declaraciones inventadas, y listo, el engaño está a la orden.

Y los más propensos en caer en las notas de la ciencia falsa son los jóvenes, debido a su inclinación a ser menos críticos, debido al hackeo mental producido por la sobreinformación, de ahí la explicación del por qué este tipo de contenidos son tan populares en las redes sociales.

A la ciencia falsa, también se le suma otra manera de manipular: la publicación depredadora, o también conocida como publicación write-only publishing o deceptive publishing. Este es un modelo comercial de publicación académica que se cobra por la publicación de “artículos de autores sin verificar la calidad y legitimidad de los mismos, y sin proporcionar otros servicios editoriales y de publicación que proporcionan las revistas académicas legítimas. Se consideran depredadores porque se engaña a los académicos para que publiquen con ellos, aunque algunos autores pueden ser conscientes de que la revista es de mala calidad o incluso fraudulenta”.

Aunque no hay cifras actualizadas de la ciencia falsa, porque es un fenómeno relativamente reciente, hay quienes aseguran que en este momento están circulando más de un millón de artículos científicos falsos en más de 30 mil sitios en Internet pseudo acreditados. Se está generando un gran problema, y en los tiempos de pandemia nos ha tocado ser testigos de ello y tener una idea de los alcances y riesgos que ello pueden significar.

Para tratar de contrarrestar este terrible flagelo, empiezan a aparecer iniciativas para denunciar publicaciones falsas, como es el sitio beallslist.weebly.com, que publica ligas de supuestos lugares donde se difunde ciencia falsa. Para ello usa varios criterios para identificarlos, entre los que destacan: cobro de tarifas exorbitantes por la publicación de artículos junto con la falta de revisión por pares o supervisión editorial, inclusión de académicos como miembros de juntas editoriales sin su permiso o no permitirles renunciar, uso fraudulento o inadecuado de ISSN, información falsa sobre la ubicación de la operación de publicación, mención de factores de impacto falsos, inexistentes o mal representados.

Cada vez nos damos cuenta de lo complicado y peligroso que se está volviendo el mundo digital. De ahí que a la par de avanzar en permitirle el acceso a todos al Internet, es indispensable darles una formación adecuada para que le saquen provecho y eviten ser manipulados, en casos como el de la ciencia falsa.