La transición energética es una realidad más evidente cada día. El cambio de fuente de energía fósiles a energías renovables es un proceso en marcha, que se espera se acelere en los siguientes años. Mucho de ello se debe al efecto contaminante de los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, que se manifiestan en el cambio climático y sus consecuencias en las temperaturas. Pero también la transición energética está impulsada por el avance tecnológico detrás de la producción de las energías renovables, como la solar, eólica o geotérmica, y su abaratamiento constante.

El crecimiento y desarrollo mundial demandan más energía. De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía, la demanda mundial de energía creció en 2018 en un 2.3%, provocada por la economía global y la mayor demanda de refrigeración y calefacción de distintas regiones del mundo. El combustible de mayor demanda el año pasado fue el gas natural, que representó 45% del crecimiento de la demanda total, principalmente proveniente de Estados Unidos y China.131_INFOGRAFIA_ECONOMIA ELECTRICA

Aunque la demanda de combustibles fósiles sigue siendo elevada, representando en su conjunto 70% del crecimiento energético, las energías renovables están creciendo arriba de los dos dígitos año con año.

Llama particularmente la atención del crecimiento de la energía eléctrica, con un aumento de 4% anual con relación al año pasado, según datos de la Agencia Internacional de Energía, para llegar ya a 20% del consumo total de energía.

Hay quienes prevén que en Estados Unidos antes del 2030, la electricidad llegará a ser 50% del consumo total de energía. Por ello muchos ya empiezan a pensar en el término de Economía eléctrica, esto es, los componentes y las relaciones que provocaran este fenómeno y sus efectos en el resto de la economía.

Pero, ¿cuáles son los motores de consumo que impulsarán la producción y consumo creciente de la electricidad? Por supuesto que todo inicia con una mayor demanda mundial de energía, principalmente de las regiones emergentes, que será satisfecha por una producción mayor y más barata de electricidad, derivada de energías renovables. Los avances tecnológicos están permitiendo la producción de energía eólica, solar, geotérmica, hidroeléctrica, nuclear más barata, abundante y ubicua. Mucho de ello se debe a los incentivos a la inversión en este tipo de energía que provoca los costos crecientes de la energía fósil.

Es fácil entenderlo: la producción de energía fósil depende del costo de su materia prima (carbón, petróleo, gas), pero las energías renovables usan materias primas abundantes y gratuitas (sol, viento, agua).

Hay quienes hablan que la tecnología alcanzó ya al motor de combustión, una máquina compleja, de más de 1,000 piezas, y que pronto desaparecerá frente al motor eléctrico más simple, de menos de 200 piezas, confiable, no contaminante, más barato en mantenimiento y consumo de energía. Sólo es cuestión de tiempo.

¿De dónde provendrá la demanda de electricidad en los próximos años? Principalmente del transporte, del consumo comercial y del residencial, así como del industrial. Un ejemplo es el caso del transporte público de personas y mercancías, así como del automóvil. El transporte representa 29% del uso total de energía en Estados Unidos, pero solo el 5% de este sector está usando electricidad.

Esta transición hacia la electricidad será impulsada en los años por venir por su abundancia y abaratamiento. A menores precios, crecerá el consumo y la inversión en el mercado eléctrico. Ya está en proceso la producción de aeronaves, camiones y automóviles eléctricos a escalas comerciales. Sus precios serán más accesibles en el tiempo, sus mantenimientos y son costos de operación son más baratos, además de que serán más duración porque sus piezas se deterioran menos.

Todo parece indicar que estamos entrando a la economía eléctrica, que impulsada por el desarrollo y la innovación tecnológica, será barata, eficiente y menos contaminante. Estos son los cambios tecnológicos que nos generan optimismo del futuro basado en la economía del conocimiento.