Los Jóvenes en México

Los jóvenes no son el mañana: son el hoy, con sus dilemas y sus desafíos, pero también con su capacidad para cambiar las cosas y promover lo nuevo.

Los jóvenes constituyen una constante en los encendidos discursos de los políticos: “son el futuro de México”, “representan la semilla de un mejor país”, etcétera, etcétera. Frente a la retórica, contrasta la falta de políticas públicas que hagan efectivos los derechos sociales y humanos de ese sector de la población.

Al iniciar esta administración, se resectorizó al Instituto Mexicano de la Juventud (Injuve) de la Secretaría de Educación Pública a la de Desarrollo Social, buscando profundizar las acciones de inclusión social ante la evidencia de que casi la mitad de los jóvenes de 12 a 29 años (47%) se encuentra en situación de pobreza (Coneval 2014). En tanto, 23% carece de acceso a servicios de salud, 67% no cuenta con seguridad social, y 25% ve negado su derecho constitucional a una alimentación sana, variada y suficiente. Sin embargo, fuera de un tímido programa de becas para estudios en el extranjero, y de un programa de financiamiento de vivienda para jóvenes –que no rebasa posiblemente los mil apoyos otorgados– poco es lo que el Injuve ha logrado hacer desde su nueva posición institucional en la política social del Presidente Peña Nieto.

Por otra parte, se puso en marcha el Programa Nacional de Juventud 2013-2018, que contiene una diversidad de acciones en materia de educación, empleo y salud. Pero esto ha resultado a todas luces insuficiente. Los jóvenes siguen siendo segregados por el sistema educativo (se estima que en 2014 había 3.7 millones de personas de entre 12 y 29 años que no estudiaban, y las principales razones eran la falta de recursos económicos o la necesidad de incorporarse tempranamente al mercado laboral en condiciones muy precarias).

El gobierno ha emprendido, además, dos iniciativas: una para avanzar en el abatimiento del rezago educativo en jóvenes de más de 15 años que no han obtenido su certificado de primaria o secundaria; y la otra para promover la incorporación al IMSS de aquellos estudiantes que cursan el bachillerato o la universidad en instituciones públicas, las cuales no marcan un cambio de tendencia en el enorme abandono institucional del que son víctimas los mexicanos de entre 12 y 29 años de edad.

Excluidos de la posibilidad de estudiar o de contar con acceso a un trabajo digno, miles de jóvenes se convierten en carne de cañón para las organizaciones delictivas en todo el país, las cuales en medio de la fractura del tejido social y familiar, así como de la falta de oportunidades, les ofrecen una vía de socialización, poder, armas, drogas y dinero. Por ejemplo, la mitad de los muertos por la cruenta guerra de los cárteles de la droga en Ciudad Juárez (2006-2011) fueron jóvenes menores de 30 años. Son números devastadores.

Necesitamos pasar de las palabras a los hechos, dejar atrás las simulaciones, y asumir que si no hacemos efectivos los derechos de la juventud establecidos en las leyes nacionales y los tratados internacionales de los que México forma parte, no sólo no habrá bono demográfico sino que estaremos creando las bases para una crisis humana, social y de seguridad de enormes proporciones.

La tentación de la demagogia y de las promesas fáciles es grande, si tomamos en cuenta la importancia político-electoral estratégica que poseen los jóvenes. 27.4 millones de ciudadanos tienen entre 18 y 29 años de edad y representan casi la tercera parte de la Lista Nominal de Electores. Más de tres millones de jóvenes votarán por primera vez en 2018, y la totalidad del sector podría aportar casi 13 millones de sufragios. A pesar de su desencanto hacia la política (83% desconfía de los partidos, 52% no se identifica con ningún partido), en promedio seis de cada 10 participa en comicios.

No podemos permitir que los jóvenes –naturalmente antisistémicos–, empujados por la frustración, caigan en manos de políticos oportunistas que a través de promesas irresponsables e incumplibles sólo buscan manipularlos para llegar al poder. Un solo dato basta para prender focos de alerta: a 43% le da lo mismo un sistema democrático que uno no democrático o preferiría un gobierno autoritario, de acuerdo con el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México 2015 elaborado por el INE y El Colegio de México. Existe un enorme potencial para el éxito del discurso populista en este segmento de la población.

No, los jóvenes no son el mañana: son el hoy, con sus dilemas y sus desafíos, pero también con su capacidad para cambiar las cosas y promover lo nuevo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Valores en Juventud 2012 (Injuve-UNAM), nueve de cada 10 jóvenes están orgullosos de ser mexicanos. Honremos este sentimiento haciendo de este país una casa más hospitalaria, justa y democrática para ellos.