Calidad democrática

Según un estudio del IDD-Mex para América Latina, de un total de 18 naciones, México tiene el lugar 10, que lo ubica en la zona de Bajo Desarrollo Democrático.

México cuenta con un importante número de estudios que nos permiten conocer el estado de la democracia mexicana. Uno de ellos es el Índice de Desarrollo Democrático (IDD-MEX), producto de una iniciativa de la Coparmex y la Fundación Konrad Adenauer, con el respaldo de El Colegio de México.

El IDD-MEX mide cuatro dimensiones del desarrollo democrático: I) el cumplimiento de los aspectos formales de la democracia; II) la vigencia de derechos políticos y libertades civiles, es decir “la democracia de los ciudadanos”; III) la calidad de las instituciones de la democracia y la eficiencia del sistema de representación política, “la democracia de las instituciones”; IV) el ejercicio del buen gobierno en dos sub dimensiones, la social y la económica.

Desde su primera edición en 2010, el IDD-MEX se ha posicionado como un referente para medir cómo avanza nuestro proyecto de país; qué logros hemos obtenido en la construcción de instituciones sólidas, gobiernos eficaces, democráticos y transparentes, así como sistemas efectivos de rendición de cuentas. Nos permite, asimismo, pulsar el grado de participación de la sociedad civil en la esfera pública.

Hay una versión del estudio para América Latina. Empecemos por esta dimensión. De un total de 18 naciones, México tiene el lugar 10 que lo ubica en la zona de Bajo Desarrollo Democrático. Uruguay, Costa Rica y Chile son los punteros en el ranking regional. La corrupción y la impunidad, el deterioro de la seguridad pública, la violación de los derechos humanos, la pobreza que no cede, el incipiente desarrollo de la sociedad civil, son factores que provocaron una caída de la posición de México en el IDD-Regional. Debajo de nosotros vienen países como Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, a los que no hay nada que envidiarles.

Resulta inconcebible que México, la segunda economía más grande de la región, destino privilegiado de inversión externa, dueño de un grado de desarrollo político e institucional envidiable en muchas áreas, se encuentre tan rezagado en esta medición latinoamericana.

Veamos qué pasa a nivel interno. Entre las entidades federativas destacan cinco con un Alto Grado de Desarrollo Democrático: Yucatán, Hidalgo, Ciudad de México, Aguascalientes y Colima. En el polo contrario se ubican Guerrero, Puebla, Oaxaca, Michoacán y Veracruz. En algunas de ellas se concentran los peores vicios que lastiman el tejido democrático: opacidad, autoritarismo político, ausencia de contrapesos al poder, infiltración criminal de las policías locales, presencia de grupos armados y del crimen organizado que desafían la legalidad y el Estado de derecho, desapariciones forzadas, Y por si esto fuera poco, altos niveles de pobreza y desigualdad social.

A Sonora, con un octavo lugar en el IDD-MEX no le va mal, pero hay zonas con claras oportunidades de mejora. Es 4º a nivel nacional por su capacidad para generar políticas que aseguren la eficiencia económica (es el segundo con mayor presencia de empresas del sector aeronáutico y el sexto con mayor producción de vehículos ligeros, además del potencial de su minería). Es 6º en generación de políticas para el bienestar (somos uno de los cuatro estados con menor porcentaje de población en condición de pobreza).

Sin embargo, el estudio resalta los pendientes para Sonora: 15º lugar en calidad institucional y eficiencia política; 14º en respeto a los derechos políticos y libertades cívicas. Los retos están ahí: combatir de frente a la corrupción (el estudio de Coparmex recoge el clima previo al arribo de la gobernadora Pavlovich), mejorar la calidad de la gestión pública, darle mayor autosuficiencia financiera al estado, cerrarle paso a la delincuencia, sobre todo en delitos como robo de vehículos, entrarle de lleno al tema del agua donde se requieren soluciones estructurales de largo plazo, porque sin una gobernanza eficaz del vital líquido no habrá desarrollo ni competitividad posibles, ampliar el papel de la mujer en la vida pública y abatir la violencia de género, darle a los ciudadanos voz y capacidad de decisión en el marco de un gobierno abierto, moderno, transparente y eficaz.

Es momento de revisar a fondo la calidad de nuestra democracia. La democracia y sus valores deben ser la hoja de ruta de los ciudadanos y de las élites políticas, porque no se ha inventado hasta el momento un sistema mejor para procesar y resolver nuestros grandes dilemas.

Sobran estudios, pero falta voluntad política, responsabilidad y compromiso con las prácticas democráticas. Ya no hay espacio para simulaciones. México y Sonora ya no pueden esperar más. Lo que sigue es el caos.