Recientemente tuve la oportunidad de presidir un evento con los jóvenes que representarán a México en la 67ª Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El entusiasmo, energía, sentido crítico y claridad de sus ideas acerca de la democracia, la participación ciudadana y el rumbo que debe tomar el país, fortalecen mi convicción de que los jóvenes constituyen el más importante activo para construir un México mejor.

Hoy, casi 20 de cada 100 mexicanos tiene entre 15 y 24 años.

Casi la tercera parte de la Población Económicamente Activa en México está conformada por jóvenes de entre 14 y 29 años. Ya son la mayor participación de la fuerza laboral del país, con el suficiente tamaño para asumirse como fuente de solución a muchos de nuestros desafíos sociales y económicos.

De acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores, entre los jóvenes mexicanos prevalece una mentalidad cada vez más abierta al cambio y una conciencia cada vez más clara de los retos.

Los cambios culturales, políticos y tecnológicos han dotado a estos jóvenes de una renovada mentalidad. Su imaginario es el de una sociedad abierta, plural y democrática, y constituyen la generación más educada en la historia del país.

Han hecho de la tecnología un medio para la innovación social. A través de sus redes sociales se promueven temas tan diversos como la preservación del medio ambiente y la defensa de los derechos humanos, el uso masivo de la bicicleta, la promoción del arte y la cultura, pasando por la transparencia y la rendición de cuentas en el ejercicio del gobierno y la política.

Hay algo en las palabras que los jóvenes que nos representarán ante la ONU que me llamaron poderosamente la atención.

En primer lugar, una visión muy crítica y un fuerte distanciamiento con respecto a la política y los partidos, algo que los jóvenes tienen que superar, porque si algo puede renovar el ejercicio del poder es precisamente su participación activa. Sin los jóvenes, la democracia está incompleta, inconclusa.

En segundo lugar, me sorprendió el sentimiento de gratitud que expresaron a las dependencias públicas por escucharlos y respaldarlos para que lleven su palabra al máximo foro de las Naciones Unidas. Sin decirlo abiertamente, su impresión, seguramente compartida por la mayor parte de los jóvenes mexicanos, es que el gobierno y las instituciones políticas seguimos siendo cotos inaccesibles para ellos.

Toda esa energía de cambio que gravita en los jóvenes mexicanos corre el riesgo de ser sólo una promesa, si no les ofrecemos canales abiertos de participación, espacios de expresión plural con respeto a sus valores y expectativas, oportunidades para que contribuyan a moldear las políticas públicas con su visión transformadora.

Hoy, basta con un teléfono móvil y conexión a banda ancha para que un joven reciba enormes cantidades de información, participe en foros de opinión, y convoque voluntades en torno a una determinada agenda. La tecnología se está convirtiendo para millones en la puerta más próxima para entrar al ejercicio de la ciudadanía.

Los jóvenes tienen un importante papel que cumplir en la transformación de este gran país, pero dependerá mucho de nosotros hacer que eso se convierta en una realidad para bien de todos.

Corrección: La semana pasada que escribí sobre el Banco de Alimentos de Hermosillo cometí un error al hablar de su financiamiento. El Banco tuvo un costo de 22.5 millones de pesos, la Sedesol y los gobiernos estatal y municipal aportaron la mitad; y la otra parte la aportaron un grupo de empresarios sonorenses socialmente responsables, y diferentes fundaciones y ciudadanos.

Espero tus comentarios.