Vivimos en un mundo donde la economía de mercado se ha mostrado francamente incapaz de resolver las necesidades de grandes segmentos de la población. Persisten amplias zonas de exclusión social, un profundo malestar hacia la distribución asimétrica de la riqueza.

Los canales tradicionales de distribución y consumo de bienes, dominados por el capital privado o el Estado, han mostrado en ocasiones ser muy costosos, dejando fuera del acceso al consumo de bienes y servicios de calidad a millones de personas.

Es en este marco donde resulta conveniente explorar las posibilidades que representan las cooperativas, una figura organizativa sustentada en principios de solidaridad y ayuda mutua con amplio arraigo en el imaginario de los mexicanos, y cuyo propósito principal es realizar actividades económicas de producción, distribución y consumo de bienes y servicios.

No se trata de retornar hacia utópicos modelos de autarquía comunitaria, pero sí de ensayar alternativas más allá del Estado y el mercado que nos permitan satisfacer las necesidades de muchos mexicanos ubicados en la base de la pirámide social.

Las cooperativas no han resultado proyectos sostenibles en México principalmente por la falta de recursos y de modelos de gestión y operación profesional que las hagan viables en el largo plazo. Un ejemplo visible de este fracaso son las cooperativas pesqueras, que representaron en la década de los setenta del siglo pasado la figura más popular en la materia, y que hoy sobreviven a lo largo de toda la costa del Pacífico, incluyendo Sonora.

Hay, sin embargo, algunos contados ejemplos vibrantes como la Sociedad Cooperativa Rural “El Grullo”, fundada en 1974, la cooperativa de consumo más grande de México, y que actualmente ofrece en sus tiendas alimentos, abarrotes, artículos para el hogar, ropa y electrodomésticos, entre otros.

Brinda también apoyos a la producción y comercialización de granos, así como créditos para agricultores, ganaderos y comerciantes. En el año 2003 la Sociedad Cooperativa fue nombrada empresa exitosa, en el Encuentro Nacional de Empresas Sociales organizado por el Fonaes.

El cooperativismo es una realidad en muchos países y genera grandes cuotas de ocupación y prosperidad. En Francia, 21 mil cooperativas proveen un millón de empleos, lo que representa el 3.5% de la población ocupada.

Aproximadamente 250 mil kenianos (63% de la población) son empleados o reciben la mayor parte de su ingreso gracias a las cooperativas. En Estados Unidos, 30 mil cooperativas proveen 2 millones de empleos.

Las cooperativas son factores económicos significativos en las economías nacionales.

En Dinamarca, las cooperativas de consumo representan el 36% del mercado de consumo al menudeo. En Japón, las cooperativas de consumo reportaron una facturación total de 34 mil millones de dólares, manteniendo una participación del 6% del mercado de alimentos.

Se estima que poco más de mil millones de personas son miembros de cooperativas alrededor del mundo.

Las cooperativas son una realidad a nivel global, y pueden constituirse en una alternativa para millones de mexicanos a partir de un marco legal adecuado, modelos de participación social democráticos y transparentes, una gerenciación moderna y profesional, y con acciones de acompañamiento por parte del Estado y la empresa privada respetuosas de la autonomía de sus socios.

Es la hora de ensayar nuevos paradigmas para la producción y distribución de bienes con un sentido social, y en el cooperativismo tenemos, sin duda, un gran potencial.