Recientemente tuve el privilegio de conocer a Robert Klitgaard, profesor en la Universidad Claremont Graduate del estado de California en Estados Unidos, profesor de Economía en la Escuela de Administración de Yale, y profesor asociado de Política Pública en la Escuela John F. Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard. Klitgaard ha asesorado a muchos gobiernos en materia de estrategias económicas y reformas institucionales.

Es una autoridad mundial en materia de corrupción. Resumo seis ideas centrales que impartió este experto, y mis comentarios al respecto:

1)  La corrupción afecta el desempeño económico. En algunos países se paga entre 10% y 30% para obtener contratos públicos. Es dinero que se privatiza y, por lo tanto, no contribuye a la generación de prosperidad colectiva. Encarece las “barreras de entrada” y obliga a otras personas que aspiran a obtener un contrato, a pasar mucho de su tiempo cultivando conexiones, relacionándose con gente poderosa, en vez de bajar costos e innovar. La corrupción es un crimen económico, asigna y quita indebidamente oportunidades. De acuerdo con Transparencia Internacional, en 2014 se cometieron en México alrededor de 200 millones de actos de corrupción con un costo de 400 mil millones de pesos.

2)  Los países que han emprendido esfuerzos serios contra la corrupción han tenido beneficios importantes en su desempeño económico. Ahí están los ejemplos de Filipinas, Singapur, Malasia, Pakistán y la India. En cambio, México cayó seis escalones en el Índice Global de Competitividad 2014-2015 que elabora el Foro Económico Mundial, al ubicarse en el sitio 61 desde el 55 que ocupó el año pasado, entre un total de 145 países. De acuerdo con este estudio, el mayor obstáculo para concretar negocios en México es la corrupción.

3)  La corrupción obliga a crecer innecesariamente a las instituciones y a generar políticas públicas, encarece el gobierno. “El costo de que me robes la televisión no es sólo la cantidad de dinero porque ahora tengo que poner barrotes en mi ventana para que no entre otra vez el ladrón, pagar un seguro para minimizar los efectos del robo, y además me preocupo por la noche”. En México los contribuyentes pagamos una carísima, y hasta ahora ineficiente estructura para prevenir y combatir este fenómeno, conformada por secretarías como la Función Pública a la que pronto se sumará un Sistema Anticorrupción, organismos de acceso a la información pública, contralorías internas, auditorías superiores. Los resultados, hasta ahora, son magros.

4)  La participación ciudadana es vital en la lucha contra la corrupción. En la India unos jóvenes se hicieron pasar por traficantes de armas para exhibir a un Ministro de Defensa corrupto. Lo convencieron de acudir a una cita, y obtuvieron evidencia con una cámara. A partir de ello surgió www.ipaidabribe.com (“pagué una mordida o soborno”) donde la gente denuncia en tiempo real. Van con su celular, sacan una foto de ese policía o ese funcionario y elaboran mapas de dónde están los focos rojos, en qué ministerio. Esta idea gana simpatizantes en países como Kenia y China. ¿Por qué no impulsamos una iniciativa similar en México?

5)  Los incentivos juegan un papel determinante. Tenemos que atacar la sensación perniciosa de que hay impunidad. Para que un gobierno logre credibilidad y eficiencia en la lucha contra la corrupción es esencial “freír a un pez gordo”; es decir, empezar por castigar a los grandes corruptos. “Es importante que el primer pez gordo provenga del partido en el poder”.

6)  La corrupción no es sólo un problema de individuos carentes de ética, sino fundamentalmente un problema de sistemas. Para una lucha efectiva contra la corrupción es necesario incidir en los incentivos, aumentar las sanciones, reducir trámites burocráticos, limitar la discrecionalidad de los funcionarios públicos, establecer normas de conducta y reglas del juego claras para todos, involucrar al sector privado e imponer controles estrictos sobre las campañas electorales y las finanzas de los partidos.

Klitgaard brinda claves importantes para avanzar en la contención de este fenómeno, que “siempre va a existir”, incluso en países con sistemas democráticos y económicos avanzados, pero que no permiten que llegue a niveles tales que terminen por afectar el desarrollo, la prosperidad colectiva, la competitividad, la cohesión social, la legitimidad de las instituciones y corroer los principios y valores de la ética pública.

Hay muchas voces en la escena global que vale la pena escuchar para pavimentar el camino hacia un México con menos corrupción. La voz del profesor Klitgaard es una de ellas.